Esta semana que dejamos y por primera vez tras manifestar varias veces lo contrario, el gobierno anunciaba su respaldo al indulto de los golpistas catalanes condenados. Para colmo, lejos de cualquier signo de arrepentimiento, el Rey no era invitado, también por primera vez, a una entrega de despachos de la judicatura en Barcelona.

Ante esta sucesión de despropósitos y traiciones, algunos políticos y periodistas como Vidal-Cuadras cargaban contra estas maniobras que a su juicio, iban contra el espíritu de la llamada transición. Nosotros, por el contrario, no estamos en absoluto de acuerdo. Somos conscientes que estamos recogiendo lo que en aquellos años de la transición se sembró. Y como no podía ser de otra manera, aquellos vientos han derivado en tempestad.

Porque fueron los arquitectos de la transición y los llamados padres de la Constitución, con las bendiciones del entonces monarca, los que cometen tres errores garrafales que son los que nos han traído el embrollo actual.

El primero de todos dividir España en auténticos Reinos de Taifas o autonomías, denominando “nacionalidades” a determinados territorios que fue el resquicio legal que el separatismo encontró para poder llevar a cabo sus lentas pero inexorables hojas de ruta en pos de la desmembración de España.

El segundo fue la “brillante” idea de transferir a dichas autonomías las competencias educativas, lo que ha permitido al nacionalismo moldear a miles de personas desde la más tierna infancia a imagen y semejanza de dicho nacionalismo pasando por encima de una manera burda sobre siglos de historia común y cualquier atisbo de veracidad.

El tercer error no es otro que el de implantar un sistema electoral a través de la ley D’hont que ha supuesto la alternancia en el poder de dos partidos supuestamente de derecha e izquierda, que ante las amenazas independentistas se han dejado arrastrar por una absoluta dejadez cuando no cobardía, y que beneficia por encima de todo a unos partidos separatistas que con un número relativamente pequeño les permite no sólo la presencia parlamentaria sino incluso el chantaje en pos de la llamada gobernalidad.

¿La consecuencia de dichos errores? Pues resulta evidente: en Cataluña y Vascongadas la presencia de los partidos “constitucionalistas” es cada vez más testimonial por culpa de estos errores que ha posibilitado la propia Constitución. Y con Navarra y Baleares siguiendo el mismo camino.

No hay motivos desgraciadamente para el optimismo. No se vislumbra ninguna solución ni a corto, medio ni a largo plazo.

Desperta Red Sociocultural