Festividad: 12 de Septiembre.
Elogio: El dulcísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María. En este día se recuerda el inefable amor de la Madre de Dios hacia su santísimo Hijo, y su figura de Madre del Redentor es propuesta a los fieles para su veneración.
El hecho de que la Santísima Virgen lleve el nombre de María es el motivo de esta festividad, instituida con el objeto de que los fieles encomienden a Dios, a través de la intercesión de su Bendita Madre, las necesidades de la Iglesia, le den gracias por su omnipotente protección y sus innumerables beneficios, en especial los que reciben por las gracias y la mediación de la Virgen María. Por primera vez se autorizó la celebración de esta fiesta en 1513 en la ciudad española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España y, en 1683, el Papa Inocencio XI la admitió en la Iglesia de Occidente como una acción de gracias por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia. Por aquel entonces, la fiesta se estableció en el domingo en la octava de la Natividad de la Virgen, pero ahora se celebra en la fecha del triunfo de Sobieski. En realidad, esta conmemoración es probablemente algo más antigua que el año 1513, aunque no se tienen pruebas concretas sobre ello.
Todo lo que podemos decir es que la gran devoción al santo Nombre de Jesús, que se debe en parte a las predicaciones de san Bernardino de Siena, abrió naturalmente el camino para una conmemoración similar del santo Nombre de María. Hay que hacer notar un caso curioso en relación con este nombre: para otras Marías que aparecen en el Nuevo Testamento (por ejemplo, en Mc 15,47 y en muchos otros lugares), los textos griegos escriben sencillamente el apelativo en esta forma: María, en cambio, hasta los mejores manuscritos, transcriben el nombre de la Santísima Virgen como Maríam (por ejemplo, Mt 13,55)… Quizás esto indique cierto reconocimiento de su dignidad, ya que sólo para ella se prefiere la forma del nombre utilizada por el Antiguo Testamento. En Irlanda hay una práctica semejante, puesto que el nombre de Muire se reserva para Nuestra Señora y el de Maire o Moira es el que se aplica en el bautismo.
El nombre de María deriva de Mariam, que posteriormente fue Miriam, el nombre de Nuestra Señora en hebreo, y lo lleva, como precedente del Antiguo Testamento, la hermana de Moisés y de Aarón; pero los investigadores más conscientes no han llegado, por cierto, a un acuerdo respecto a las raíces, derivaciones y significado de ese apelativo. Por regla general, se cree que tiene que ver con la palabra «rebelión», aunque en el Antiguo Testamento no se hace ningún uso de la etimología de este nombre. Existe la certeza de que el nombre de María no tiene nada que ver con «amargura», «mar» o «estrella» como han propuesto algunos autores. Una comisión convocada por el papa Benedicto XIV (1740-1758) recomendó que se eliminara esta fiesta del calendario general, sin embargo ha subsistido a pesar de las varias reformas del calendario desde ese papa hasta la actualidad.
Oración:
Oh dulce Virgen María, bendícenos siempre, guíanos, enséñanos a amar a Jesús y a caminar por el camino de la santidad! ¡Dios te salve, María…! ¡María, Madre, qué hermoso es tu nombre! ¡Qué hermoso el nombre de la Madre de Dios! ¡El nombre de una Reina, de una doncella sencilla, puerta del cielo! ¡Hoy quiero darte gracias por todo lo que eres para mi, la unión de los hombres con Dios, que se hace en tu seno de Madre! ¡Te doy gracias, María, porque eres el centro de la unión de Dios con nosotros! ¡María, Madre, tu nombre me evoca generosidad, esperanza, fe humildad, fortaleza, confianza, amistad, fidelidad, sencillez, pureza, sostén de la Iglesia, apertura de corazón, misericordia, compañera, valentía, decisión, esclava del Señor, dulzura, maternidad abierta a toda la humanidad, estrella de la evangelización…! ¡Quiero parecerme a Ti, María, en todo! ¡Transforma mi corazón, hazlo nuevo, unido a Jesús! ¡Hoy pronuncia con alegría tu nombre, María, imploro tu ayuda y me cobijo bajo tu maternal protección! ¡María, te amo con todo mi corazón y amo también tu santo nombre! ¡Que no deje nunca de invocarlo para que no dejes de salir a mi encuentro, para que en los momentos de dificultad no dejes de consolarme con tu dulce presencia, para que intercedas ante Jesús y me llenes de gracias y bendiciones divinas, para que seas mi abogada cuando caigo, para que me endereces cuando me aparte del camino, para que ablandes mi corazón! ¡Que no deje nunca de nombrarte, María, para llenar mi corazón de fe, de amor, de confianza y de esperanza porque quiero que todo mi ser ser impregne de la gracia de Dios que se derrama a través tuyo! ¡María, guíame siempre por los caminos de la vida porque quiero llegar al cielo en tu compañía! Amén.