Reproducimos por su interés el artículo publicado con este título por el profesor José Luis Orella Martínez en www.ladialecticanacional.es el pasado 08/09/2020. 

Cuando el general Henri Gouraud proclamó el 1 de septiembre de 1920 la creación del Gran Líbano bajo el mandato francés hasta la independencia en 1943, no sabía que daba origen a la primera democracia del Próximo Oriente. Líbano es un país curioso, uno de los más pequeños del área, sólo 10.400 km², y una de las democracias más desconocidas, cuando los medios de comunicación occidentales destacan, por desconocimiento, a Israel como el único país democrático de la región. Sin embargo, el pequeño país del cedro, tiene un régimen parlamentario, elegido por sufragio universal, a través de partidos políticos, desde su independencia política en 1943. No obstante, aquella “Suiza de Oriente” como se la denominó a mediados del siglo XX, tuvo sus momentos convulsos y una larga guerra civil (1975-1990), que traumatizó a la sociedad libanesa y desperdigó por el mundo entero a los descendientes de una Fenicia renacida de los tiempos obscuros.

La fragilidad del Líbano viene marcada por su historia y geografía. Desde la antigüedad, ha servido de refugio a toda comunidad minoritaria que sufriese persecución, y cuyas agrestes montañas podían prestarles cobijo y defensa. Esa es la razón por la cual, se reconocen unas 18 comunidades religiosas diversas, siendo en su mayor parte minoritarias en sus Estados vecinos. Esa vocación de dar refugio no se ha perdido, y durante los conflictos que han asolado la región, el diminuto país sigue sirviendo de refugio a centenares de miles de huidos. Los armenios que llegaron huyendo del genocidio turco de 1915, son ahora 230.000 personas; los refugiados palestinos, que llegaron a partir de 1948, son  actualmente  420.000 personas; los iraquíes, que llegaron con la última guerra del golfo, llegaron a 50.000 en el 2008; y los sirios, son millón y medio de refugiados. En un país que no sobrepasa los cuatro millones de habitantes, su asimilación se hace imposible, especialmente por la ruptura del difícil equilibro étnico religioso, del cual depende el reparto del poder.

Desde su independencia, por mandato constitucional, el Jefe del Estado debe estar ocupado por un cristiano maronita, el cargo de primer ministro por un sunita, el de presidente del Parlamento por un chiita, y las vicepresidencias por representantes de las comunidades cristianas orientales menores. Este reparto se hizo con el fin de que ninguna minoría quede fuera del reparto del poder y todas participen en la gobernabilidad del país. Con los Acuerdos de Taif (Arabia Saudita) de 1989, que pusieron fin a la cruenta guerra civil, iniciada en 1975. Se amplió la representatividad ejecutiva a cristianos y musulmanes, y la legislativa a 128 diputados. En la actualidad, el parlamento libanés se compone de 128 escaños, 64 para los cristianos y otros 64 para los musulmanes.Del lado islámico, son: 27 chiitas, 27 sunnitas, 8 drusos y 2 alawíes. Por el lado cristiano: 34 maronitas, 14 greco-ortodoxos, 8 greco-católicos, 5 armenios ortodoxos, 1 armenio católico, 1 evangélico y otro representativo de las comunidades cristianas (siro-católicos, siro-jacobitas, caldeos, asirios y latinos).

Líbano ha sufrido una terrible guerra civil, la presencia militar de la OLP, y las intervenciones militares de sus vecinos Israel y Siria. Las consecuencias han sido graves ante los diferentes comportamientos de sus comunidades religiosas. En la actualidad, el mundo político está dividido en dos bloques, la Alianza del 8 de marzo, que lideran los partidos chiitas y baasistas, junto a los cristianos del Movimiento Cambio y Reforma. Enfrente tienen a la Alianza del 14 de marzo, que reúne a los partidos sunitas y cristianos de las familias tradicionales vinculadas al poder político, como los Gemayel, Chamoun o Geagea.

En este delicado teatro político, el Líbano tiene problemas con su vecino del sur, por las exploraciones de gas natural y el petróleo en el bloque 72, ubicado cerca de los yacimientos de gas del Bloque 9 de el Líbano. Ambos países se disputan un triángulo marítimo de unos 860 kilómetros cuadrados dentro del cual se encuentra el Bloque 4 y el Bloque 9.  Además, la libra libanesa ha perdido más del 75 % de su valor y la deuda pública se sitúa en el 170% del PIB. Una deuda que se incrementará después de la explosión de un cargamento de nitrato de amonio, estimado en 2.750 toneladas que llevó la muerte a dos centenares de libaneses y desalojó a 300.000 habitantes de Beirut.

Las protestas son multitudinarias contra la corrupción de un clase política anclada en el viejo sistema, y que se ve presionada hacia un régimen laico de ciudadanos, donde las comunidades cristianas podrían perder su protagonismo en el único país donde son importantes, tras la desaparición de sus comunidades hermanas en Siria e Iraq, tras las intervenciones estadounidenses. Hezbollah es la única formación política que mantiene su milicia armada, muy desgastada por su apoyo directo al gobierno de Damasco, pero cuyo activismo provoca las acciones israelíes en territorio libanés.

Un país tolerante, plural, que mantiene su identidad, esperanza de los cristianos lugareños y el más rico en recursos acuíferos de la región. Esperemos que camine hacia su recuperación.

José Luis Orella