Consumir o Consumar la vida
La vida como consumación de esfuerzos y sacrificios ha quedado relegada al olvido. No es finalidad de este artículo resolver el problema educativo ni el problema social que se está generando tras esta mutación del capitalismo. Pero sí que es importante ser conscientes que tendremos que pagar un precio. Inger Enkvist, en la obra que hemos citado anteriormente, se sorprende del resultado del nuevo sistema educativo: “Se podría creer que todos los niños estarían alegres, tranquilos y positivos (…) pero, al contrario de lo que se podía esperar, hay muchos niños deprimidos y asustados”. Muchos padres que contribuyen inconscientemente al proceso consumidor se sorprenden de que sus hijos estén tristes. Este no es un fenómeno aislado y ni siquiera alcanza sólo a los más jóvenes. Robert Putnam, profesor en la Universidad de Harvard, ha constatado que los índices de felicidad de la población norteamericana han disminuido rapidísimamente en los últimos 20 años. La generación actual gana más dinero y consume el triple que la generación anterior, pero es más infeliz. Por el contrario, las depresiones clínicas se han multiplicado por diez.
El panorama no es alentador, pero como mínimo mueve a la reflexión. Vicente Verdú, sintetiza el problema: incluso los desajuste de este “capitalismo de ficción”, como lo denomina él, acaban produciendo negocio. Por eso, nos encontramos con esta apocalíptica situación: “Actualmente cuando el trabajador se ve sometido a un gran estrés laboral no se alista a un comité ansistema, sino que toma ansiolíticos. Cuando el empleado no soporta más sus condiciones de trabajo no acude a los sindicatos, va al médico. Cuando las cosas se presentan mal no es necesario darle más vueltas: se recurre a las píldoras de la felicidad. Zoloft o Prozac para la depresión, la melatonina para la juventud y el sueño, Viagra para la impotencia, Serotax contra la timidez, Aurix contra la fobia social. La farmacia está poblada de remedios y los laboratorios se han convertido en los grandes pacificadores sociales de nuestros días gracias a la integración del enfermo democrático”. Bienvenidos al Mundo feliz, a menos que pongamos remedio ya.