Coaching como terapia posdemocrática

Uno de los presupuestos antropológicos de la moda del coaching es que todos los seres humanos estamos enfermos por no haber alcanzado la felicidad o por no haberlo intentado. Autoridades reconocidas denuncian este presupuesto y afirman que estamos creando artificialmente trastornos. Un caso es el norteamericano Allen Frances que dirigió durante años el Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM)[1]. En una entrevista, aludía a sus colegas que habían trabajado la última versión del DSM: “habéis ampliado tanto la lista de patologías, les dije, que yo mismo me reconozco en muchos de esos trastornos. […] Hemos creado un sistema diagnóstico que convierte problemas cotidianos y normales de la vida en trastornos mentales”[2]. Esta denuncia la expone con detalle en una obra muy crítica con el actual sistema de medicalización de la sociedad[3].

Admitida la generalización del paradigma de una sociedad estructuralmente enferma por naturaleza, podemos entender la facilidad con la que se ha extendido la práctica del coaching. Por ello Béjar, denuncia que para Seligman el estado psicológico habitual en el hombre es negativo: “Seligman da un paso más que resulta crucial: el pensamiento negativo no sólo es un síntoma de la enfermedad, la depresión, sino que es la enfermedad misma”[4]. Ello enlaza con una expresión que se ha popularizado en nuestra cultura: el “crecimiento personal”. Fue Werner Erhard, quien popularizó la idea de “crecimiento personal”, afirmando que es el coaching es lo que hace que la gente obtenga más poder, más libertad, más paz mental[5]. Por tanto el coaching es el remedio contra la negatividad innata del ser humano.

J. L. Nancy han desarrollado una filosofía del cuerpo en la cual se trastoca la interpretación de que el cuerpo es algo subordinado a una psiqué (por no querer decir alma). Y afirma que “no es que tengamos un cuerpo, sino que somos un cuerpo”.

Pero hay que preguntarse qué es lo que considera la posmodernidad como “persona”. Autores como J. L. Nancy han desarrollado una filosofía del cuerpo en la cual se trastoca la interpretación de que el cuerpo es algo subordinado a una psiqué (por no querer decir alma). Y afirma que “no es que tengamos un cuerpo, sino que somos un cuerpo”. De este modo, considera que con el nuevo estatuto del cuerpo, se conforman nuevas formas de subjetividad, como propone Guattari[6]. Y esta es una de las causas por las que el coaching puede ser aplicado tanto al cuerpo (deporte, por ejemplo) como a sus “subjetividades” (trabajo, sexualidad, amistades, relaciones, espiritualidad…).

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El coaching encajaría con la teoría sistémica de Luhmann, ya que: “No es posible retirarse sencillamente a la propia autonomía y confiar en la capacidad de adaptación implícita en ella”[7]. Por eso, las diversas modalidades de coaching suelen establecerse mecanismos del control conductual por parte de los “expertos”: “(para ellos) La felicidad –denuncia Béjar- es resultado de un entrenamiento riguroso”[8]. De ahí que para Seligman, los “worriers” (o pesimistas) son gente poco fiable, impredecibles y resistentes al cambio. Son el detritus de la sociedad que no quiere ser feliz, se resisten a la moda de la autoayuda o al coaching. Son los que impiden que la sociedad progrese. En este punto, surge una vinculación entre las terapias de coaching y el Estado moderno. Esta relación la detecta Vanessa Pupavac en su obra Therapeutic Governance (2001) cuando sostiene que “el paradigma terapéutico se ha convertido en la forma en que las instituciones estatales se relacionan con los ciudadanos: en la vida pública se generaliza la ‘política del sentimiento’; en la educación, la autoestima desplaza a la formación intelectual; en la familia se profesionalizan las relaciones y la crianza de los hijos. Este paradigma ha redibujado la relación política entre ciudadano y Estado“.

para Seligman, los “worriers” (o pesimistas) son gente poco fiable, impredecibles y resistentes al cambio. Son el detritus de la sociedad que no quiere ser feliz, se resisten a la moda de la autoayuda o al coaching.

Otros autores denuncian el coaching como una forma de control del sistema capitalista para que el trabajador se someta “feliz” a la autoexplotación. El profesor Stefano Abbate, concluye al respecto que: “Hay otro fenómeno que […] contribuye al control social mediante el trabajo. Nos referimos a la autoexplotación del trabajador en el sistema neoliberal […] La oprimente competitividad y la mejora continua del trabajador le empujan constantemente a aumentar su rendimiento para encontrar sentido a su día a día […] formación continua, liderazgo o coaching son algunas de las palabras que acompañan a este nuevo paradigma”[9].

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Especialmente en el mundo laboral se ha puesto de moda el llamado “coaching coercitivo”[10], que ha sido duramente criticado por intrusismo, incluso por prácticas sectarias. A propósito, la Red Iberoamericana de Estudios de las Sectas (RIES), ha desarrollado un catálogo contra el “coaching coercitivo” advirtiendo que “Ya no se denominan “coercitivos”, sino que ahora usan eufemismos: Sanando tu vida, Coaching inside, Liderazgo transformacional, Samurai game, Ingeniería de lo imposible, etc[11]. Las estrategias del coaching coercitivo pretenden generar cambios emocionales y cognitivos de modo extremadamente veloz. Algunas de las prácticas más nocivas están relacionadas con el relativismo moral, la causalidad radical que divide a los participantes entre víctimas y responsables o el establecimiento de relaciones sexuales entre coaches y participantes.

Conclusión: qué esconde el coaching

Formalmente, el coaching proviene de Estados Unidos. Uno de sus creadores fue Timothy Gallwey. En los años 70 participó en una secta denominada Misión de la Luz Divina (secta de origen hindú) cuyo líder era Prem Rawat. Esta secta proponía “que los individuos y naciones descontentos e insatisfechos nunca pueden promover una paz duradera en el mundo”. Por tanto, su finalidad era que los miembros alcanzaran la felicidad a cualquier precio. Timothy Gallwey, en el año 2000, publicaba El juego interior del trabajo. En 2009 aparecía otra obra más refinada: El juego interior del estrés. era un método para combatir el “diálogo interior negativo”. En este libro y otros posteriores de “expertos” en coaching se pueden extraer claves para comprender el fenómeno. La primera es la obligatoriedad de la “positividad” y el optimismo antropocéntrico. Para ello se pueden recurrir a psudociencias como la Programación Neurolingüística (PNL), como forma de aprendizaje rápido y sencillo[12]. Otro clásico del coaching es El Secreto, de Rhonda Byrne. Esta obra presupone que si “conectamos” con el universo y alcanzamos el pensamiento “positivo” atraeremos cosas buenas a nuestra vida e incluso curar enfermedades graves. De vez en cuando salen libros como el de la periodista Barbara EhrenreichSonríe o muere, que denuncian esta literatura como sectaria. En conclusión, podemos afirmar que el mundo del coaching, tiene demasiados claroscuros, que aún no han sido suficientemente investigados. El coaching, en su inmensa mayoría de modalidades corresponden a una antropología que presuponen un fracaso del humanismo y la necesidad de la reconstrucción del yo en base a métodos o tecnologías que pueden predisponer al control social político o incluso sectario.

NOTAS

[1] El DSM se considera la “Biblia mundial de la Psicología” y actualmente se utiliza la versión quinta. El DSM es considerado el canon de las enfermedades mentales, de sus definiciones, clasificaciones y sintomatologías.

[2] Cf. El País, 28-9-2014.

[3] Cf. Allen Frances, ¿Somos todos enfermos mentales?, Ariel, Barcelona, 2014.

[4] Helena Béjar, Felicidad. La salvación moderna, Tecnos, Madrid, 2018, p. 129.

[5] Cf. Vanessa Pérez Gordillo, La dictadura del coaching. Akal, Madrid, 2019.

[6] Cf. Felix Guattari, Producción de subjetividades, Manantial, Buenos Aires, 1992.

[7] Niklas Luhmann, El amor como pasión, Península, Barcelona, 2008, p. 34.

[8] Helena Béjar, Felicidad. La salvación moderna, Tecnos, Madrid, 2018, p. 172.

[9] Stefano Abbate, “Métodos de control social en las sociedades de control”, en Jorge Martínez Lucena et al., Control social e imaginarios en las teleseries actuales, Editorial UOC, Barcelona, 2019, p. 37.

[10] Este tipo de coaching tiene como raíz una secta llamada Mind Dynamics (1962) que posteriormente pasó a denominarse Leadership Dynamics.

[11] También se ha denominado coaching ontológico, coaching vivencial o coaching de vida.

[12] Sus creadores, Richard Bandler y John Grinder  afirman que existe una clara conexión entre los procesos neurológicos, el lenguaje y los patrones de comportamiento aprendidos, y que mediante sus técnicas pueden cambiarlos para lograr la felicidad.

 

Fuente: barraycoa.com

Javier Barraycoa