Abad.

Fundador de la Orden de Calatrava.

Festividad: 15 de Marzo.

Martirologio Romano: En la villa de Ciruelos, en la región española de Castilla la Nueva, San Raimundo, abad de Fitero, que fundó la Orden de Calatrava y trabajó en favor de la cristiandad.

San Raimundo, “el San Bernardo español”, nació en tierras del Moncayo, en Tarazona, de cuya catedral fue canónigo y después monje en el monasterio de Scala Dei (Tarbes, Francia). En las tierras del Moncayo extendió la Orden del Císter. Se instaló en Yerga, con el monje Durando como Abad y él, Raimundo, como Prior.

En 1141 se trasladaron a Niencebas, en la misma comarca. San Sancho de Funes, Obispo de Calahorra, consagró la nueva iglesia, dedicada a la Virgen, y dejó a Raimundo Sierra como Abad. Los abuelos del futuro gran Arzobispo de Toledo Rodrigo Ximénez de Rada, donaron las tierras de La Serna de Cervera, los Baños de Tudején, que se acrecentarán con el trabajo de los monjes. En 1148, su antiguo Obispo de la Iglesia de Tarazona, Miguel, testifica: “Hago esta donación a ti, Raimundo, venerable y religioso varón, hijo de nuestra Iglesia, y ahora mudado, para mejor Orden y mejor hábito, abad de Niencebas”. 

Acudió al Capítulo General de la Orden del Císter, que fue presidido por el Papa cisterciense Eugenio III. Tanto Yerga como Niencebas quedarán como pequeñas dependencias de la gran abadía definitiva que pronto surgirá en el Castellón de Fitero. 

En 1157, el ya Abad Raimundo (anteriormente sólo Prior) aparece en Toledo para tratar con el nuevo Rey de Castilla, Sancho III el Deseado, sobre cuestiones relacionadas con el establecimiento de la abadía de Santa María de Fitero. El Rey acababa de heredar de su padre, el Emperador Alfonso VII, la corona de Castilla, y había acudido a Toledo con lo más granado de su reino para convocar Cortes. Entonces surgió la noticia de que los caballeros templarios iban a abandonar la fortaleza de Calatrava. Desprotegida, sería ocupada por los moros almohades. Toledo estaba, pues, en peligro…

Acompañaba al padre Abad un burgalés de la Bureba, antes soldado, llamado Diego Velázquez. Parece que durante la noche tuvo una pesadilla y, forzado por un impulso divino, se levantó en sueños, despavorido, y se fue al aposento de Raimundo, y con voces alteradas le despertó diciendo: “Santo padre, vamos a la guerra contra los moros. ¡Vamos a la guerra!”. Raimundo le despidió con amor y con blandura, diciéndole que la verdadera guerra del monje había de ser la quietud y soledad, hacer penitencia y llorar sus culpas y las del pueblo. Fray Diego sentía en sus venas el fuego del caballero de antaño, hoy monje.

Al abandonar Calatrava los monjes del Temple, el flanco quedaba desguarnecido. El Rey mandó pregonar entonces la entrega de la fortaleza a quien se decidiese a defenderla con garantías de victoria. El Abad Raimundo creyó que ahora le pedía el Señor este servicio, hizo caso de la revelación de fray Diego Velázquez y pidió la plaza al Rey. Los medios, Dios los daría, pues la causa era buena. Al no ofrecerse más alternativas, el Rey entregó Calatrava a los monjes de Fitero.

La plaza de Calatrava, junto al Guadiana, había sido arrebatada a los  mahometanos por Alfonso VII en 1147. Tenía una gran importancia estratégica como baluarte avanzado de Toledo ante los moros. Ayudado por el buen arte militar de fray Diego Velázquez, el gran Abad fue capaz de organizar la resistencia y entrenar a los cruzados. Amedrentados ante esta hazaña, los árabes huyeron hacia el sur. Fue un gesto heroico, porque el abad era diestro en cantar salmos y transcribir manuscritos, pero no en empuñar las armas y guerrear. “Y lo que parecía locura, fue un éxito, como a Dios plugo”.

Asegurada la defensa de Calatrava, Raimundo volvió a Fitero, y con su “Dios lo quiere” enardecido, regresó a la plaza al frente de veinte mil hombres —monjes, labradores y artesanos— a los cuales estableció en sus nuevos dominios entre campos y aldeas, alrededor de la fortaleza, convirtiendo en posición inexpugnable lo que hasta entonces había sido frontera cambiante e insegura.

Con esto quedó trasladada la abadía de Fitero a Calatrava, aunque no quedó la primera vacía y abandonada, ya que el abad de Scala Dei envió monjes para continuar la vida monacal, como hasta entonces, ejemplar y edificante.

Para asentar la defensa de la fortaleza, San Raimundo funda la Milicia de Calatrava, compuesta por monjes procedentes de Fitero y caballeros empleados en actividades militares: “leones en tiempo de guerra, corderos en tiempo de paz”. La Orden así establecida fue de vida mixta, y San Raimundo redactó una regla para los caballeros aplicando la de San Benito, que es la forma de vida que profesan los monjes cistercienses. Al ver la buena organización y sus éxitos, el Papa Alejandro III la confirmaría en 1164, un año después de la muerte del Santo Abad. Y la Orden de Calatrava seguiría cosechando triunfos en los siglos venideros, porque la disciplina les mantenía siempre en forma. Asegura el arzobispo Don Rodrigo Jiménez de Rada: “les prueba la constante disciplina y el culto del silencio los acompaña. Si la victoria los levanta, la postración frecuente los humilla y la vigilia los doblega. La oración los instruye y el trabajo los ejercita”.

Después de cinco años de abad de Calatrava, Raimundo se retiró a la villa de Ciruelos, cerca de Ocaña. Desde Ciruelos el Santo vigilaba a los monjes caballeros y oraba por ellos en los días de combate, como al conquistar Cuenca y recobrar Alcañiz. En los días de paz les infundía aquel espíritu de fe que les haría vencedores en las luchas obscuras del claustro.

Y en Ciruelos murió el santo abad en el año 1163. Dice el Rey Sabio en la Crónica General: “enterráronle en dicha villa y allí face Dios milagros por él”. En 1471 fue trasladado al monasterio de Monte Sión de Toledo, quedando definitivamente en sepulcro rico y curioso, mandado construir en 1570 por el abad de Fitero, venerable fray Marcos de Villalba. En él se lee esta inscripción: “Aquí yace el bienaventurado fray Raimundo, monje de esta orden, primer abad de Fitero, por quien Dios ha hecho muchos milagros; el cual, de licencia del Rey Sancho el Deseado, defendió a Calatrava de los moros, e instituyó en ella la orden militar de Calatrava. Murió el año mil ciento sesenta y tres: se trasladó aquí, el año mil quinientos noventa”.

Hoy día, y desde el siglo XIX con motivo de la exclaustración, las reliquias del Santo Abad de Fitero se encuentran en la catedral de Toledo, encerradas en preciosa urna, sobre la que campea victoriosa la Cruz de Calatrava.

Oración:

Venerable San Raimundo, monje y caballero, intercede por nosotros y concédenos la gracia de formar parte de la milicia celestial para ser leones en tiempos de guerra y corderos en tiempos de paz. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

 

R.V.