Estimado lector

Esta carta es una reivindicación de los derechos de las mujeres. Aunque quizá a algunas personas les sorprenda.

Esta carta también es una denuncia al engaño de nuestros días, que tras la adecuada campaña de marketing tantas personas abrazan pensando que es algo bueno, cuando en realidad es un error.

Yo sé que muchas personas me criticarán por escribir estas líneas, pero antes me gustaría que reflexionasen ¿qué tipo de monstruo está de acuerdo en obligar a una madre a abortar?

Y esta carta también es una condena a quienes con animo de lucro utilizan engaño para producir error en otro, induciendo a realizar un acto en perjuicio propio o de tercero. Condenando con apoyo estatal a quienes tratan de mostrar la realidad a esta persona para salvarla del engaño.

Y por último es una proclamación de la realidad en la que vivimos, para que nadie después de haberla leído pueda seguir diciendo que no tenía esta información.

Hace 40 años, el viernes 5 de julio del año 1985 de Nuestro Señor quedó aprobada la Ley Orgánica

9/1985 modificando el artículo 417 bis del Código Penal, esa ley entró en vigor el 1 de enero de

1986 y el aborto quedó “despenalizado”, convirtiéndose en negocio. Amparado por una interpretación oportunista del supuesto de «riesgo psíquico», pasó a ser barra libre, ya no había límites, ya no había plazos… sólo dinero y mentiras, corriendo por todas partes.

Pretenden hacernos creer que alguien adquiere “la libertad” cuando hace lo que ellos quieren, sin permitir que esa persona conozca sus alternativas, ni sepa como va a afectarle esa decisión que ya han tomado por ella y quieren hacerle suscribir. Por eso es necesario contar clara la verdad.

Primera Verdad: El aborto no es sobre un conjunto de células, ni una cosa. Es matar un niño que aún no ha nacido.

Pío XI, Casti Connubii (1930), §63:

“No hay razón alguna, por grave que sea, que pueda excusar el homicidio directo de un inocente. […] Este homicidio se refiere al aborto directamente querido o procurado.”

Segunda Verdad: No es un derecho, es un mal, es un crimen. En cada aborto hay cuatro victimas:

  1. El niño, inocente que es asesinado. Sí, de forma cruenta.
  2. La madre, que no ejerce un derecho, sino es una victima: los numerosos estudios sobre el síndrome de estrés post-traumático lo convierten en un hecho incuestionable.
  3. El médico y el personal sanitario, cada vez que quitan una vida pierden una parte de si mismos.
  4. Y por último la sociedad, que desde 1985 ha perdido más de tres millones de niños, que se hubiesen sumado a los casi 15 millones a los que se permitió nacer… Si, un 20% eliminados

¿No es un genocidio?

San Juan Pablo II, Evangelium Vitae (1995), §58:

“Con el aborto se da muerte a un ser humano inocente y es siempre un acto intrínsecamente malo.”

Tercera Verdad: Un aborto no es un acto libre.

Personas ideologizadas me van a decir que la mujer aborta libremente, pero para que haya libertad debe haber pleno consentimiento, que implica conocimiento, y no puede haber presión.

No se puede hablar de mujeres que abortan libremente.

En cuanto al consentimiento, veámoslo por analogía con cualquier otro aspecto legal. Aquí ellas se dan cuenta, pero después. Eso simplemente excluye que el consentimiento pueda ser pleno, los requisitos aquí no se cumplen.

Actualmente las mujeres embarazadas se ven sujetas a múltiples presiones para que aborten:

  • Presión económica: ¿Cuántas dicen que apenas pueden sobrevivir ellas mismas y sencillamente no pueden afrontar los gastos que supone tener un niño?
  • Presión familiar: En muchas ocasiones es sencillamente un episodio más de maltrato. El hombre amenaza con dejar a la mujer si prosigue con su embarazo y la mujer no encuentra el apoyo necesario en su propia familia.
  • Presión social: Todos conocemos algún caso cercano, ante el más mínimo riesgo la sociedad entera salta a explicar a la futura madre que está en un supuesto de aborto y lo que debería hacer… “lo contrario es una irresponsabilidad”. Me conmueve el testimonio de una madre a quien a lo largo de su embarazo, el personal sanitario le llegó a ofrecer abortar hasta 15 veces, Emma hoy es madre de una niña con síndrome de Down, pero feliz.

«A las 38 semanas, los médicos dejaron muy, muy, muy claro que si cambiaba de opinión en la mañana del parto les avisara, porque no era demasiado tarde»

«Me dijeron que hasta que mi bebé no empezara a descender por el canal de parto, aún podía abortar»

Emma tenía 24 años. Muchas ceden.

  • Presión laboral: A muchas les preocupa que les puedan echar de su trabajo si dicen que están embarazadas.

Una persona que toma una decisión sin la información suficiente no lo hace de manera verdaderamente libre, pero se está legislando para impedir informar a estas mujeres sobre lo que están haciendo, sobre las consecuencias que va a tener para ella y sobre las ayudas disponibles para que no se vea obligada. Robándole además el periodo de reflexión.

¿Quién se beneficia de tanto sufrimiento? ¿Quién hace negocio con las lágrimas de una madre y la sangre de su hijo?

Cuarta Verdad: Hay un importante ánimo de lucro.

¿Por qué se permite una iniciativa que causa tanto mal? La respuesta es fácil, hay un enorme negocio detrás y donde hay un negocio, hay capacidad de influir en todas las esferas.

Quinta Verdad: No hay nada que celebrar

No podemos olvidar las celebraciones idolátricas a las que se dedican algunos de estos asesinatos. Sí, asesinatos. Porque no basta con que se cometa el mal: es necesario también glorificarlo, disfrazarlo de progreso, envolverlo en eslóganes vacíos y colores brillantes, para que parezca victoria lo que en verdad es una derrota moral colectiva. Lo llaman “avances sociales”, pero es un retroceso brutal de la conciencia.

¿En qué clase de sociedad convertimos nuestra tierra cuando celebramos con brindis y pancartas la muerte de los más inocentes? ¿Qué tipo de civilización sobrevive cuando su progreso se mide por la cantidad de vidas que deja por el camino?

Sexta Verdad: El aborto no es inevitable.

Con recursos adecuados, con apoyo humano y material real, muchas mujeres continuarían con su embarazo. Hemos calculado que con una inversión de entre 25.000 y 30.000 euros por mujer, se podría acompañar cada proceso: desde la decisión inicial hasta el parto y más allá, garantizando vivienda si fuese necesario, atención médica, ayuda psicológica, protección frente a la violencia, apoyo familiar y, sobre todo, acompañamiento completo hasta su reincorporación laboral o a la vida activa. Eso significa que con lo que la CNMC estima que se pierde por irregularidades en la contratación pública, 50.000.000.000€ al año, se podría garantizar una crianza digna a todos los niños abortados durante 10 años.

¿Acaso no merecen eso? ¿No valen más nuestras mujeres y nuestros hijos que lo que cuesta un coche oficial o una campaña institucional sobre sostenibilidad?

Si el Estado puede garantizar una educación, si puede sufragar costosas intervenciones quirúrgicas, si puede rescatar a bancos y aerolíneas, ¿por qué no puede salvar a madres en situación de vulnerabilidad?

La respuesta es cruda: porque no se quiere. Porque no hay voluntad de amar. Porque resulta más rentable, más cómodo, más funcional… que esas mujeres se callen, que nadie les diga que hay otra opción y que un político se beneficie.

Séptima Verdad: El aborto es pecado mortal.

La extrema gravedad de matar a un niño indefenso motiva que la Iglesia Católica, que es madre de todos, haya visto necesario aplicar la pena más grave para el alma inmortal cuando se realiza con pleno conocimiento. El aborto está castigado con excomunión automática latae sententiae.

Se trata de la necesaria pena medicinal para advertir de la gravedad del acto, aunque jamás dejará de tender la mano al arrepentido que sinceramente se acerca solicitando la Misericordia.

La misma Iglesia madre no puede olvidar a la segunda víctima del aborto, la madre. La Iglesia trata de proveer ayuda para permitir llevar esos embarazos a término y abraza con ternura a toda mujer herida por finalmente tomar esta decisión, le ofrece consuelo, perdón, restauración y un camino de esperanza. No hay pecado tan grande que no pueda ser redimido si hay arrepentimiento. Y no hay herida tan profunda que no pueda ser sanada por la gracia.

Y ahora, querido lector, le hago una última pregunta:

Después de todo esto, ¿puede usted seguir diciendo que el aborto es un “derecho”?

¿Puede, con la conciencia tranquila, seguir pensando que no hay alternativa?

¿Puede seguir guardando silencio?

Yo no puedo.

Por eso escribo esta carta.

Porque si aunque sólo una mujer, al leerla, se detiene, piensa, y decide no abortar, habrá valido la pena.

Porque si aunque sólo una persona reconoce que ha sido engañada, y se atreve a alzar la voz, este pequeño acto de verdad romperá un poco el muro de la mentira.

Y si tú, lector, sientes que algo dentro de ti se conmueve, no mires para otro lado. Comparte esta verdad.

Sé tú también testigo de la luz.

Un orden verdaderamente justo, que tenga presente el Reinado Social de Cristo, no sólo no permitiría el aborto, sino que pondría todos sus recursos al servicio de la vida.

A diferencia de los que empujan al abismo y después desaparecen, propongo caminos de ayuda real, soluciones concretas, una red de apoyo que abarque todas las etapas: desde la noticia del embarazo hasta la crianza del niño y la reincorporación plena de la madre a la vida laboral o formativa, con protección, acompañamiento y recursos. Porque la misericordia no es ocultar la verdad: es decirla entera y actuar en consecuencia.

Con respeto, firmeza y esperanza

Dios, Patria, Fueros, Rey

 

Luis M.ª Flórez-Estrada Orlandis-Habsburgo

Miles Christi semper paratus. Non prævalebvnt.

@RequeteDelRey

Luis Mª Flórez-Estrada Orlandis-Habsburgo