Nos encontramos en un mundo convulso, inestable e impredecible; quizá lo único razonablemente cierto sea que caminamos hacia un cambio de paradigma geopolítico: de un mundo unipolar a otro multipolar. En este proceso, tanto el polo dominante hasta hace poco, como los emergentes, tratarán de asegurar para sí la mayor cuota de poder posible.
El mundo hispano atesora gran cantidad de recursos naturales considerados estratégicos por cualquiera de los polos que pugnan por el nuevo reparto de poder. El acceso y/o control de los mismos sería una baza de un valor incalculable. Hoy, en los centros de poder mundial, se considera al talento una materia prima más, como el litio, el coltán o el oro. En este contexto, los países proveedores de materias primas también lo son de personas debidamente capacitadas y/o talentosas.
Históricamente, las estrategias seguidas para facilitar la apropiación de los recursos en territorio ajeno han sido dos:
1. El despoblamiento del lugar, ya fuera forzoso o mediante el uso de señuelos para estimular la emigración
2. la balcanización en nuevos países.
La primera estrategia supone la creación del caos, de conflictos que hagan insufrible la vida en un determinado lugar.
La estrategia dos implica dividir a la población en grupos según grado de homogeneidad y enfrentarlos entre sí utilizando la “ideología” de los derechos humanos. Los lingüísticos, religiosos, históricos o la reparación por sufrimientos ancestrales -reales o ficticios- han sido los preferidos por estos ideólogos. Para ello, ha sido clave la complicidad o neutralización de las élites, tanto las detentadoras del poder como las de posible alternancia; bien corrompiéndolas, amenazándolas o apartándolas del camino de diferentes formas; algunas, especialmente trágicas.
La Hispanidad no es una simple cultura, es una civilización con personalidad propia dentro del Occidente geográfico. Una civilización diversa, pero amalgamada mediante el mestizaje de lo amerindio, lo español-europeo, lo africano, lo asiático, mas las aportaciones de Oceanía. Como tal, debe reclamar y constituirse en uno de los núcleos del nuevo paradigma multipolar; de no hacerlo, en vez de ser uno de los sujetos de la historia será un mero objeto del capricho de los intereses ajenos, como nos recuerda el economista e historiador argentino D. Julio González y, además, con casi toda seguridad, fragmentada en estados insignificantes en el tablero internacional.
Es evidente que la Hispanidad es un gigante apaleado. Si además agregáramos a los países lusófonos, el gigante tendría una potencia superlativa. Ambos constituyen un polo civilizatorio extraordinario conocido hoy como Iberofonía.
La Hispanidad está permanentemente atacada. Está bajo el fuego de una guerra híbrida por dos motivos: Primero, por ella misma; por su enorme potencial. Segundo, por la dimensión del poder de la Patria Grande extensa iberofónica. La lusofonía no adormecida, la despierta, sabe que su articulación con la hispanosfera supondría la creación de un núcleo poderoso en el nuevo paradigma multipolar; por eso, el primer frente de ataque es la lengua.
El gobierno brasileño trató varias veces de incorporar el español como lengua extranjera obligatoria en sus planes escolares. La última, recientemente. Francia, Alemania e Italia se opusieron con fuerza a través de sus embajadas en Brasil. La agresividad sólo es con el español; la obligatoriedad del inglés les parece de lo más razonable. La falta de mayoría en el Congreso por parte de los partidos del gobierno hizo que la presión de los países citados fructificara. La única arma de poder de las naciones de habla española es la lengua; no debe sorprendernos el continuo ataque sobre ella: Internamente, mediante el exacerbamiento de las lenguas regionales y étnicas; externamente, a través del entronamiento forzado del inglés; sí, forzado; ya hablaremos de ello en otro momento; ahora, sólo una pregunta: ¿Acaso la injerencia mencionada de Francia, Alemania e Italia en la política interna de Brasil, no es un intento de asegurar la supremacía del inglés de manera forzada? No se trató de una pequeña escaramuza, fue un ataque en toda regla; la política de la cañonera aplicada al idioma de Cervantes, de Octavio Paz, del inca Garcilaso, de Borges, de García Márquez, de Alejo Carpentier, de una pléyade inabarcable.
¿Dónde estaba el gobierno español? ¿Y la oposición? Porque el patriotismo no son palabras, son hechos. Y ¿dónde estaban los paladines del antiimperialismo? ¿Los gobiernos y dirigentes sociales del mundo hispano tan preocupados por la descolonización? Este antiimperialismo, tan fatuo como falso, ni vio, ni oyó y, por supuesto, calló.
Lo único que urge descolonizar es lo español. La ideología descolonizadora se centra fundamentalmente en arrancar la ligazón española e hispana en su conjunto y, preventivamente, evitar su extensión -léase Francia, Alemania e Italia- aunque sea atacando una decisión soberana de un país -Brasil-
El segundo frente es la neutralización del movimiento hispanista.
Antes de seguir, es necesario definir qué entiendo por hispanista. Tradicionalmente, era la persona especializada en la lengua y cultura hispánica. Hoy en día, se ha creado una nueva acepción: Persona defensora de la lengua y cultura hispánica que además ve necesario algún tipo de articulación entre los países de lengua española e, incluso, con los de lengua portuguesa.
Ya no se trata sólo de ser un estudioso de la lengua y/o de la cultura, sino de defenderlas, haciendo hincapié en la verdad histórica, a fin de crear las condiciones para construir algún tipo de unificación.
Este nuevo hispanismo se encarnó en tres brazos: Historiadores, divulgadores y asociaciones. Todos ellos dieron a luz el hoy llamado movimiento hispanista. Voy a detenerme en las asociaciones, ya que sin apenas recursos, su generosidad, su voluntariado, su tesón y compromiso han sido claves en la existencia de este movimiento todavía joven.
Este hispanismo se ha caracterizado principalmente por dos aspectos. Uno, divulgar las obras de los investigadores que pusieron sobre la mesa una verdad histórica diferente a la narrada por la llamada leyenda negra antiespañola. Dos, lanzar una pregunta desafiante: ¿Qué pasaría si hiciéramos caso a quienes ya en el siglo XIX, mediados del XX o en sus postrimerías, nos impulsaban a que juntáramos los restos del naufragio? -por utilizar la expresión de Gustavo Bueno- ¿Que recompusiéramos el rompecabezas que saltó por los aires con la fragmentación de la Monarquía Hispánica en el siglo XIX?
En general, ha sido un hispanismo defensor de una Hispanidad independiente, reivindicando una personalidad soberana en el previsible nuevo escenario mundial. También un hispanismo para todos, sin excluir a nadie por su ideología o militancia política.
De repente…………. Nuevos actores aparecieron de la nada con una retórica envolvente y multitud de presentaciones en “power point”, perfectamente delineadas y graficadas, ofreciéndose a encabezar la marcha hacia el paraíso perdido. Todo hispanista de buen corazón acudió al reclamo de aquellas palabras, de aquella escenografía, como las moscas a la miel.
Todo hispanista medianamente informado sabe quiénes han sido -y son- nuestros enemigos históricos: el mundo anglosajón y sus terminales, principalmente.
Estos hispanistas nacidos de la nada enfocan su discurso en el peligro potencial del imperialismo chino, haciendo caso omiso del imperialismo realmente existente del que forman parte nuestras naciones. Asimismo, en los logotipos de sus actos, “olvidan” incluir las banderas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas como territorios de la Hispanidad -curiosamente los territorios de la guerra del 98- dejando entrever que EE.UU. sería el aliado idóneo para llegar a la meta soñada, es decir: a una futura unificación hispana. Finalmente, aplican el clásico divide y vencerás ideológico para provocar que algunos se vayan en silencio, mientras eliminan a los incómodos de todos los foros de la asociación sin previo aviso y rechazando cualquier debate. Esta forma de actuar busca debilitar al movimiento hispanista, clasificando de buenos a unos y a otros de malos, en función de las preferencias ideológicas de quienes manejan los hilos tras bambalinas.
Este tipo de organizaciones son adalides del panamericanismo clásico estadounidense del siglo XIX. El sueño húmedo de aquellos ideólogos y sus seguidores de hoy es conseguir la unidad de todo el continente americano -no de los países hispanos- como la forma más sencilla de controlar los ingentes recursos naturales de la Hispanidad y toda Iberoamérica; de esta forma, en el escenario multipolar, EE.UU. todavía tendría algo que decir y su poder no se disolvería como un azucarillo.
La retórica es tan simplona como falsa: Comunismo o libertad, donde EE.UU. aparece como el Capitán América, defensor de las libertades y los oprimidos, frente al peligro comunista y totalitario chino. “Aceptando la ayuda del Capitán América, el sueño de la unidad hispana será posible, de lo contrario, caeremos en las garras del diablo amarillo”. Esta es la argumentación infantil que subyace a la retórica grandilocuente. Por eso no incluyen entre las banderas de “su Hispanidad” ni a Cuba, ni a Puerto Rico, ni a Filipinas. A Puerto Rico porque es una colonia maltratada estadounidense. A Cuba, por razones obvias (o no tanto; el análisis de Cuba excede este artículo). En cuanto a Filipinas………: Lo último que desea EE.UU. es que el español vuelva a ser lengua cooficial en el archipiélago. Lengua que arrancó a sangre y fuego; algo que estos pseudohispanistas perdonan sumisamente. Por cierto, ¿sabrá esta gente la historia de Puerto Rico bajo el poder de EE.UU.? ¿Es esto lo que pretenden para la Hispanidad panamericanizada?
El hispanista que presume serlo repartiendo credenciales de idoneidad es un farsante que busca debilitar al movimiento para facilitar su absorción por quienes quieren no sólo controlarlo, sino derrotarlo, una vez la unificación panamericana se hubiera consumado.
El mundo anglosajón tantea si ponerse al frente de la manifestación a favor de la unión de la Hispanidad. Sería la forma más sencilla, incruenta y “blanda” de someter a todos nuestros países.
En las últimas semanas, Álvaro Novoa, padre del vigente presidente de Ecuador y reputado empresario de Guayaquil, ha puesto sobre el tapete las virtudes de la unión del continente americano. De nuevo el panamericanismo tan ansiado por EE.UU. Como verán, unos tratan de conseguirlo captando al hispanismo y otros, a los empresarios. En realidad, todos trabajan para el mismo señor y con un mismo fin. Es de ciegos no ver lo que sucede o tratar de consolarnos, pensando que estas iniciativas, quizá, no acaben de cuajar. Son pruebas piloto; se repetirán las veces necesarias hasta que den con la clave.
El movimiento hispanista ya tiene su caballo de Troya, pero le cuesta trabajo verlo. Y quienes lo intuyen dudan o prefieren ignorarlo. ¿Impotencia?, ¿confusión?, ¿perplejidad?, ¿comodidad? De repente, descubrimos que el hispanismo exige más que participar en una actividad festiva, que jugar a las guerrillas no es suficiente.
Entretanto, la inmensa mayoría de nuestras naciones son ajenas a todo.
El tercer ataque a la Hispanidad vendría del propio hispanismo si no tomara conciencia de la situación y renunciara a organizarse, lo cual es imprescindible; no sólo para capear el temporal, sino para vencerlo.
Marcelino Lastra Muñiz