Decía Gracián que son tontos todos los que lo parecen…, y la mitad de los que no lo parecen.

En mí ya lejana juventud, años 70 del siglo pasado, más o menos, existía la figura del tonto del pueblo, que estaba casi institucionalizada.

Todos los pueblos tenían su tonto “oficial”, y a veces un suplente, o varios candidatos a sucederle en el “trono”.

Era objeto de crueles burlas, por parte de la mayoría de los vecinos, a los que les encantaba reírse, a veces de forma excesivamente grosera, de ese pobre hombre, muy simple, normalmente con alguna tara intelectual, que hacían que fuera fácil metérsela doblada, decirle frases con doble intención, que no sabía interpretar correctamente, etc.

En ocasiones, cuando venían personas de fuera, en las fiestas, etc., se agudizaban esas burlas, que muchas veces luego se compensaban con una consumición gratis en el bar.

Eran también los correveidiles del pueblo, pues les encantaba propagar rumores interesados, mal intencionados en la mayoría de las ocasiones, lo que les hacía pensar que eran apreciados socialmente, e incluso imprescindibles.

Todo pueblo que se precie, tenía que tener su tonto titular.

Hoy en día, las ciencias adelantan que es una barbaridad, con los modernos medios de desinformación y manipulación social, hay multitud de tontos, que se llaman políticos.

En realidad no son tontos. Los tontos somos nosotros, los que les pagamos la soldada, a cambio de nada.

Bueno, sí, de crear problemas donde no los hay, al tiempo que son incapaces de solucionar los realmente existentes…

Pero, por encima de todos esos cientos de miles de tontos, se habla de medio millón, profesionalizados, que no profesionales, está el tonto de España, llamado Pedro Sánchez, el  falsario doctor en economía, que está arruinando a España y a los españoles.

A Pedro Sánchez le llaman también “el sin corbatas”, pues pretende solucionar los problemas energéticos de España, que él mismo ha creado, prescindiendo de la corbata…

Cada vez que abre su boca, de tonto titular de España, sube el pan, y arruina a un sector de la  población.

Antes fueron los bares, ahora los fabricantes y vendedores de corbatas.

¿Cuál será su próxima parida…?

Yo, por si acaso, voy a comprar varias corbatas más, pues este memo, con balcones a la calle, es capaz de prohibir su fabricación, al más puro estilo de los Castro, Maduro, Ortega, etc.

Y la voy a llevar hasta para ir a la playa, y comprar el pan, que por cierto ha experimentado una subida del quince por ciento.

En fin, señores, disfruten de lo votado.

Lo malo es que lo estamos “disfrutando” todos.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.graueditores.com

Ramiro Grau Morancho