Los hechos ocurridos en Saint-Denis durante la final de la Champions League entre el Real Madrid y el Liverpool en la que, aparte del desastre en la venta de entradas, múltiples aficionados fueron atracados, tanto dentro como fuera del estadio por grupos de delincuentes de origen magrebí, debería de hacernos recapacitar sobre lo que está ocurriendo en el viejo continente.
A lo largo de Europa existen las conocidas como zonas no-go lo que, traducido al Castellano, se conocería como zonas prohibidas en las que la policía no entra. Se trata de mini estados islámicos regidos por la sharía, es decir, la ley islámica, pisoteándose impunemente la legislación del país correspondiente, en los que es mejor no entrar si uno no profesa la religión de Mahoma. Curiosamente son lugares estadísticamente seguros en los que, oficialmente, no se producen casi delitos, dado que allí nadie se atreve a denunciar so pena de recibir por ello el castigo de la verdadera autoridad del barrio, que es la autoridad islámica.
Francia reconoce la existencia de 751 zonas no-go en su país; se trata de barrios en los que, según la policía francesa, los musulmanes radicales cortan el tráfico para realizar las oraciones del viernes, impidiendo el paso de los residentes que no profesan su religión y las mezquitas transmiten públicamente las oraciones por su megafonía exterior.
Pero Francia no es el único país de nuestro entorno con ese problema. Bélgica (recordemos el famoso barrio de Molenbeek), Suecia, Gran Bretaña o Alemania tienen barrios de este tipo en los que los estados han perdido el control sobre su propio territorio.
España también tiene zonas prohibidas en Cataluña, Ceuta y Melilla, siendo las más peligrosas La Cañada de Hidum (Melilla) y el barrio del Príncipe (Ceuta). En este último un portavoz de la policía reconocía recientemente que hay disparos todas las noches, pero el público lo desconoce al mantener la prensa un mutismo absoluto acerca de tal problema.
Así, las naciones europeas se han convertido en auténticos estados fallidos, incapaces de imponer su autoridad, de hacer respetar la ley y de garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
Para solucionar un problema tan grave, que solo ha salido a la luz a raíz de este partido, es necesario que recuperemos inmediatamente nuestra autoridad moral, lo que supone reforzar nuestros principios basados en las raíces cristianas de la vieja Europa (y ya casi perdidos), exigir a los inmigrantes su integración en nuestras sociedades y expulsar a quienes no lo hagan, a quienes cometan delitos y a quienes pretendan vivir de las ayudas sin buscar trabajo.
No se trata de impedir la entrada de inmigrantes, sino de reforzar nuestros valores culturales e imposibilitar la llegada de caraduras, lo que favorecerá la convivencia en nuestros países, resultando especialmente positivo para aquellos inmigrantes que han venido a convivir en paz y a luchar honradamente por un futuro mejor (y que entiendo que son mayoría). Y es que, sin duda, debemos acoger a quienes necesitan venir entre nosotros, pero eso no debe suponer que permitamos establecerse aquí a ciertos desvergonzados que pretenden vivir de nosotros, imponernos a la fuerza las costumbres de esos países de los que ellos huyen y forzarnos a respetar una visión radical de Dios que a todas luces es falsa.
C.R. Gómez
Criminólogo