De entre todos los buenos hábitos que puede tener una persona, sin duda el de la lectura es uno de los mejores. Leer sí que es saludable, y no las tortitas de avena. Ahora bien, uno puede leer con la mera intención de entretenerse leyendo cualquier novela que no le va a aportar nada más que evadirse un rato de su rutina (que también apetece a veces, admitámoslo) o puede leer para aprender y para comprender —que se puede hacer también con novelas, ciertamente, pero menos—. Es decir, uno puede leer el pienso que le arroja el Sistema en forma de libro o puede leer ‘Una enmienda a la totalidad’ de Juan Manuel de Prada.
El libro es una recopilación de artículos ya publicados por el autor mayoritariamente en el diario ABC, lo cual, a quien les escribe, no deja de sorprenderle. No sorprende que sea una recopilación de artículos, no, sino que en un medio generalista dejen decir a Juan Manuel de Prada todo lo que dice, que no es poco.
Pocas veces el título de un libro le ha hecho tanta justicia a su contenido. La obra es una carga de profundidad absoluta contra el pensamiento moderno, esto es, contra el liberalismo, padre de todas las ideologías de la modernidad y que es, en última instancia, lo que ha configurado el mundo en que nos ha tocado vivir. Es un libro —un autor, más bien— valiente. Don Juan Manuel reparte a diestro y siniestro, y nunca mejor dicho: no se escapan la izquierda ni la derecha pues ambas son, en el fondo, hermanas: mal avenidas, si se quiere, pero hermanas. Reparte al capitalismo, a la democracia, a los medios de comunicación, a los partidos políticos, a los separatistas, a los centralistas, a los conservadores, a los progres, a las feministas… Bravo, don Juan Manuel, no deja usted títere con cabeza.
Pero el libro va más allá. No es una mera distribución de guantazos a unos y otros para deleite de españoles cabreados, no. Es un libro profundo, que no se queda en absoluto en la superficie a la hora de analizar los problemas de nuestro tiempo, y el autor muestra una gran clarividencia sabiendo captar, siempre, las causas últimas, primarias, de todo cuanto acontece en nuestros días. Porque si hay una cosa que sale mal parada en el libro es, como decíamos, el liberalismo, muñidor del mundo moderno, y con él su concepto de libertad, es decir, la libertad entendida como hacer cada uno, una o une lo que le salga de los cojones, la libertad como fin y no como medio para la consecución de un fin legítimo, la libertad alejada de la verdad, un puro voluntarismo. De Prada deja en pelotas al liberalismo mostrando cómo, paradójicamente, su supuesta libertad nos hace cada vez menos libres. De Prada le quita la careta al capitalismo y a la izquierda enseñándonos que su concepción antropológica es exactamente la misma y que van de la mano. De Prada deja en evidencia a la misma democracia, que no es sino el gobierno del Dinero; así, con mayúscula. De Prada lo mismo cita a un comunista como Pasolini que a un sacerdote católico como Leonardo Castellani —su lectura supuso un cambio sustancial en la vida del escritor— o a Chesterton. Y de Prada nos muestra, finalmente, el fruto final de todo esto, paso previo por la centrifugadora de la ingeniería social: El hombre nuevo democrático; un hombre egoísta que piensa solamente en satisfacer sus deseos. Sin arraigo, sin tradición, sin certezas, sin freno. Sin Dios, en definitiva. ¡Y que piensa que es libre!
‘Una enmienda a la totalidad’ es una bola de demolición contra el pensamiento moderno. Punto. Si no es usted liberal, póngase una buena copa de vino y léalo: le va a encantar. Si es usted liberal léalo… ¡con más razón aún! Y que sean dos copas. Es un libro que hay que leer.