España ha hecho una gestión nefasta del covid-19. Si en 2019 ya presentábamos una de las evoluciones económicas más pobres de toda Europa, la pandemia ha acentuado las diferencias y ha provocado unas divergencias notables entre nuestro país y otras economías comparables.

Los datos de PIB hablan por sí solos: España es el país europeo que más lejos está de recuperar los niveles pre-crisis —es decir, cogiendo los datos del cuarto trimestre de 2019 como referencia—, mientras que otros países, que hasta hace poco eran la “oveja negra” de Europa, como es el caso de Grecia, ya tienen niveles de riqueza 1% superiores a los de entonces.

El problema adquiere niveles de importancia mayor cuando fijamos la vista en el mercado laboral. Cogiendo como referencia los datos oficiales —que, recordemos, no tienen en cuenta las personas en ERTE ni los autónomos en ceses de actividad—, España lleva meses estando a la cola en términos de tasa de paro de toda Europa. Pero, desde la semana pasada, además, la OCDE también ha puesto negro sobre blanco que ostentamos este dudoso honor en el ámbito de países que la componen.

Lo diré de otra manera: España es uno de los países con mayor tasa de paro del mundo. Mientras la tasa de paro está en el 5,7% en la OCDE, en España está en el 14,5%. Es decir, casi 3 veces más.

Los datos que les acabo de exponer son duros. Pero aún más duro es normalizarlos y que entren en la lógica social como algo habitual, que no tiene ninguna consecuencia a nivel político ni social, y que tenemos que convivir con ellos.

Pero hay algo aún más duro: ver la vertiente social de esta crisis. España está incluso peor que lo que recogen las cifras macroeconómicas y, sin embargo, nuestros gestores públicos, con la aquiescencia de muchos medios de comunicación, están actuando como si nuestro país aún fuera una de las 10 economías más importantes del mundo, como ocurría a principios de los 2000.

En las últimas semanas se han ido sucediendo, como una silenciosa serpiente de cascabel. una serie de indicadores que denotan el retroceso económico y social al que estamos sometidos.

El primero es la caída del PIB per cápita. La riqueza por habitante nacional cayó un 10% en 2020, el doble que la media de la Unión Europea, según datos del FMI. Los españoles han vuelto a los niveles de poder adquisitivo a la entrada en el euro, mientras su deuda se ha triplicado desde entonces. Menos riqueza, más deuda…. No suena muy alentador, y el período de tiempo es lo suficientemente amplio como para eliminar efectos estacionales.

El segundo, aunque no por ello menos importante, es la evolución del crédito empresarial. Según los datos del Banco de España, los créditos refinanciados del sector empresarial han crecido un 74% hasta el mes de octubre de 2021 con respecto al mismo período de 2020. Si bien en este crecimiento hay un claro efecto rebote de un 2020 en el que los créditos ICO y las moratorias supusieron una patada hacia delante para el sector empresarial, la cifra en términos absolutos (27.407 millones de euros) supera a la registrada en 2015 y 2016, primeros años en los que el Banco de España publica este seguimiento.

Una clara muestra de la fragilidad del sector empresarial, así como un aviso a navegantes sobre la situación que está por venir. Ya en el mes de agosto, en España el doble de pymes tenían problemas de acceso a financiación con respecto a la Unión Europea y el deterioro de las condiciones de los préstamos bancarios es evidente, según el propio Banco Central Europeo.

¿Y los hogares? Tampoco se libran de indicadores preocupantes. Es cierto que el crédito mantiene una evolución razonable y que la tasa de morosidad continúa en niveles históricamente bajos, pero la semana pasada conocimos un dato ciertamente preocupante: las ejecuciones hipotecarias de viviendas habituales están aumentado a un ritmo del 22% anual …. y ¡¡¡del 123% con respecto al tercer trimestre de 2019!!!!

Casi 2.300 familias se han quedado sin hogar en el tercer trimestre de 2017. España vuelve a niveles de 2017.

O, dicho de otra manera: las familias más vulnerables ya están siendo víctimas de un crecimiento económico débil, de una inflación disparada y de la brutal subida de impuestos con la que hemos afrontado esta crisis.

¿Qué está pasando en España? La respuesta es muy sencilla: Maquillamos los datos para esconder la realidad a la población (ERTE) y miramos hacia otro lado cuando el maquillaje ya no cumple su función (caso de la inflación).

España ha sufrido una tasa de paro en términos efectivos —esto es, descontando los ERTE y los autónomos en cese de actividad— que ha estado cercana al 30% en 2020. Ahora las cifras de paro mejoran, pero las horas trabajadas y la productividad continúan desplomadas. La razón, como hemos explicado en esta columna, es que el peso del sector público sobre los datos del mercado de trabajo es muy grande.

Como consecuencia de lo anterior, la brecha que se está abriendo entre nuestro país y el resto de Europa en términos de consumo doméstico en los hogares es incluso mayor que la que vemos en el PIB.

Ni los esfuerzos de comunicación ni el mayor plan de estímulos de nuestra historia pueden maquillar ya el hecho de que nuestro país presenta un encefalograma plano y los riesgos son claramente a la baja.

Además de los enormes problemas que tenemos a nivel interno, España se enfrenta con el mayor default de la historia de China — Evergrande ya ha sido declarado en bancarrota, tal y como también anticipamos aquí—, la inflación en Estados Unidos se descontrola y no es percibida como “temporal” por la FED, y crece el escepticismo en Europa sobre nuestra capacidad de hacer reformas. Este último punto va a adquirir mucha relevancia en los próximos meses, especialmente si el nuevo gobierno socialdemócrata cumple con su compromiso de mantener la responsabilidad fiscal como eje de su gobierno.

Porque habrá quien demuestre que se pueden hacer políticas como las que quiere hacer el Gobierno de España sin tener que generar agujeros presupuestarios y desequilibrios de la magnitud de la que se están generando en nuestro país.

La crisis bancaria se está gestando y España no ha hecho los deberes. Con una gran diferencia con respecto a 2008/2011: que entonces España venía de ser un “campeón europeo” y ahora ya veníamos siendo uno de los rezagados del Viejo Continente.

¿Otra política es posible? Por supuesto, ahí tienen el ejemplo de Irlanda, que en 2020 registró un dato de PIB positivo y este año será el país europeo que más crezca. Pero para eso hay que gobernar en la dirección adecuada. Y ninguno de los pasos que estamos dando nos acerca a ella.

Daniel Rodríguez Asensio

Publicado en www.libremercado.com – 11/12/2021

¿Salimos más fuertes? Los datos que muestran la debacle económica y social que sufre España – Daniel Rodríguez Asensio – Libre Mercado

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