Que si primero rebelión, y luego sedición. Fue la primera pieza que se desmoronó en la Justicia española, no por nada, pues se trata de la más vinculada a las autoridades políticas del Estado. Pero con un gobierno que ya ha domesticado a la Fiscalía y que se dispone a sojuzgar completamente a Jueces y Magistrados, últimamente estamos curados de espanto. La guinda en el pastel: la Abogacía del Estado ha emitido un informe sobre la cuestión del indulto de los condenados en la causa del procès en el Tribunal Supremo, eludiendo pronunciarse sobre la pertincencia de la medida de gracia aplicada a quienes han desafiado una y otra vez a las autoridades a volver a cometer sus fechorías, dado que podría «entenderse en el caso de hacerlo que con ello se estaría anticipando o determinando el sentido de una decisión que solo al Gobierno compete». 

Y ya para que no falte nada, da por reparados los daños por lo que respecta al delito de malversación, con base en el afianzamiento establecido por el Tribunal de Cuentas, por importe de 4.146.274 euros y sin perjuicio del posterior desarrollo del proceso de reintegro con alcance.

La cuestión es: la Abogacía del Estado a quién defiende, qué intereses promueve, los del Estado, al servicio de la Nación, o los del gobierno, al servicio de los políticos y sus partidos, sus chanchullos y sus prebendas y sinecuras?

Esta ya no es la prestigiosa Abogacía del Estado española, sino que se transformado en el sórdido y sombrío gabinete legal del gobierno, en una competición cerrada para justificar lo injustificable al servicio del gobierno. Las mejores cabezas del Cuerpo están trabajando en su mayor parte fuera de la Administración. ¿Para qué preparar las rigurosísimas oposiciones al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado, cuando de hecho los jefes de esa institución, los Consejeros de Estado, salvo honrosas excepciones, son en su mayor parte lo peor de lo peor, empezando por Zapatero y continuando por Mª Teresa Fernández de la Vega,  y pronto…¿Pedro y Pablo?

Si la porquería ya sale por la chimenea es que estamos mal, muy mal. Urge rectificar el rumbo, y cuanto antes mejor.

Javier Amo Prieto