Terminada la Guerra Civil, España era un país devastado. Franco iniciaba un período difícil de recuperación en circunstancias nada favorables, aislada internacionalmente, con la población diezmada, una economía destrozada y la mayor parte de los intelectuales exiliados. En el proceso de recuperación, lento y desigual, los autores de este ensayo distinguen dos etapas muy diferenciadas, un período de posguerra durante los años 40 y 50, fundamentalmente de estabilización, y los 60 y 70, de modernización y cambio social.
El profesor Javier Paredes, de la Universidad de Alcalá, ha coordinado un equipo de seis historiadores (Vicente Cárcel Ortí, Ricardo Martín de la Guardia, Lucas Molina Franco, Antonio M. Moral Roncal, José Luis Orella y Guillermo Á. Pérez Sánchez) que ha elaborado“Los números de Franco. Sociedad, economía, cultura y religión” (Editorial San Román), un ensayo que analiza con datos y números la evolución de España durante los 40 años de gobierno de Franco, hasta 1975.
Tras la contienda, la situación económica de España era ruinosa: baja renta, penurias, años del hambre, cartillas de racionamiento, déficit de infraestructuras y aislamiento internacional. Su estructura social era de una enorme desigualdad entre clases sociales, las más populares, con malas condiciones de vida y trabajo, ocupaban la amplia base de la pirámide, conformando la mayor parte de la población. Los dirigentes del nuevo régimen prometían desterrar la miseria a través del trabajo para todos, salarios dignos, consolidar la Seguridad Social y facilitar el acceso a la educación y la cultura, que debía amparar el Fuero de los Españoles.
La economía fue evolucionando lentamente de la autarquía, que duró hasta los 50, a los Planes de Desarrollo implantados en los 60 siguiendo el modelo francés. España necesitaba una nueva política económica que rompiese el estancamiento y ésta comenzó con una reforma fiscal para aumentar impuestos y un duro Plan de Estabilización, que posteriormente se instrumentalizó con los Planes de Desarrollo. En la recuperación influyeron también factores como el envío de divisas de los españoles que emigraron para trabajar en Europa y el fomento de un incipiente turismo como motor de desarrollo bajo el lema: «España es diferente».
Los planes potenciaron la red industrial, con industrias como la automovilística o la naval, que fueron determinantes, junto al turismo, en lo que se llamó «el milagro español». Se modernizó el campo con maquinaria, regadíos, cooperativismo y concentración parcelaria; se ampliaron infraestructuras, como las carreteras, los pantanos o el ferrocarril, y se amplió la red eléctrica. Con la expansión industrial y terciaria se produjo un cambio socioeconómico y comenzó un importante trasvase de población del campo a la ciudad, que se aceleró a partir de los 60.
El abandono de la agricultura provocó un éxodo rural hacia zonas como Bilbao, Barcelona, Valladolid, Valencia, Zaragoza y, sobre todo, Madrid, lo que trajo consigo un problema de vivienda. Las grandes ciudades industriales crecieron, se crearon nuevos barrios periféricos sin apenas servicios y aumentó el chabolismo. Esta situación necesitó de un plan de urbanización. La consolidación del proceso fue remodelando la estructura social con el aumento de las clases medias, que tuvieron acceso a bienes de consumo, coches, lavadoras o televisiones al aumentar los salarios y el nivel de vida.
En cuanto a la educación, su base fundamental fue el catolicismo, con lo cual, fue confiada a la Iglesia, sin olvidar el adoctrinamiento político basado en los valores del Movimiento Nacional y de la Sección Femenina, concedido a Falange. La tasa de analfabetismo era muy alta en los albores de los 50 y casi la mitad de niños entre 6 y 12 años estaban sin escolarizar. Las transformaciones sociales y económicas de los 60 demandaban un desarrollo del sistema educativo, fortalecer la red de centros e implantar la educación obligatoria en primaria. El «Libro Blanco», de 1969, evidenciaba la disparidad de la escolarización entre los lugares de mayor y menor renta. La nueva Ley General de Educación de Villar Palasí (1970), trataba de paliar este déficit y supuso un paso cualitativo y de gran trascendencia en el sistema educativo.
En cuanto a la cultura: ¿fue España un erial cultural tras el exilio de intelectuales y artistas?, se preguntan los autores. «La cultura –afirman- fue un reflejo del mundo político. Si la Guerra Civil desgajó dramáticamente la sociedad, la cultura quedó profundamente herida tras una etapa de esplendor». Pero, aun sin negar el drama del exilio, «la España de Franco no fue un páramo cultural y los escritores, músicos, artistas periodistas, etc. que, voluntaria o involuntariamente se quedaron, no fueron inferiores».
Creció el número de bibliotecas populares, aumentó el mundo editorial, libros, revistas y el auge del cómic, llamados «tebeos», disminuyó el porcentaje de analfabetos, se creó el CSIC para tratar de desarrollar la investigación científica, se comenzó a permitir el uso de las lenguas vernáculas, aunque no se las reconoció como oficiales, creció la industria del cine, tanto en películas como en salas de proyección, aunque todo dominado por una fuerte censura política y moral, controlada por la Iglesia Católica, omnipresente en la vida pública española, como institución asociada al régimen y al hispanismo en un Estado que fue confesional y católico hasta la Constitución de 1978.
Juan Beltrán
Publicado en el diario La Razón- 21/02/2021