Soy esposo, padre de cinco hijos y vecino de Pamplona. Con motivo de las medidas adoptadas por el “Gobierno” para combatir el coronavirus, llevo más de un mes arrestado en mi casa de 90 m², junto a mi familia y sin prácticamente libertad de movimiento, entre otras cosas porque no tengo perro. Por cierto, tampoco salgo a aplaudir al balcón. Y estoy seguro de que esta situación que describo será probablemente la misma en la que os encontráis muchos de vosotros.

Pero resulta que como nosotros hemos sido buenos y obedientes durante todo este tiempo, a nuestros hijos el “Gobierno” les ha dejado salir a la calle desde este pasado domingo durante un máximo de una hora, acompañados únicamente por un adulto y a un máximo de 1 km. de su domicilio. El debate que la puesta en práctica de esta medida ha suscitado en las redes sociales y en los medios de comunicación, ha resultado ser que las personas, que por naturaleza somos seres sociables, hemos osado saludar a nuestros vecinos, nos hemos interesado por ellos y por sus familiares y algunos de nuestros pequeños han intercambiado alguna patada al balón con sus semejantes, y claro… ¡todo esto es gravísimo y pone en peligro la salud de las personas! Es increíble leer y escuchar a algunos que afirman que los niños deberían continuar confinados. Definitivamente, estamos perdiendo la cabeza, ¿pero es que nadie ha visto las caminatas de los perros, muchos de ellos sueltos, acompañados por sus dueños mientras piden clemencia para que les dejen descansar al menos unas pocas horas sin salir de casa? Poco se ha dicho al respecto, sin embargo en el actual estado, a los animales se les han concedido prerrogativas que a nuestros hijos se les han negado.

Es duro decirlo, pero todavía es más culpable callar. Resulta que en esta sociedad enferma, y no precisamente de COVID 19, sobran los niños y sobran los ancianos. De éstos últimos creo que no hay nada que explicar. Así que cuidemos más que nunca a los primeros y a los segundos, a nuestros nietos y a nuestros abuelos. Ellos son el pasado y el futuro de Navarra y por lo tanto de España.

Jorge Ruiz

Nuestros lectores