Charles Trenet fue un cantautor de enorme éxito a mediados del siglo XX. Su fama más allá de las fronteras de su patria descansa en la magnífica La mer, una de esas canciones que todo el mundo sabe tararear aunque casi nadie conozca ni su título ni su autor. Pero la que tocó más hondo en el corazón de los franceses fue Douce France, emocionante declaración de amor a la patria compuesta en 1943, precisamente uno de los momentos más trágicos de la historia de Francia. Su estribillo comienza así: “Douce France, cher pays de mon enfance” (“Dulce Francia, querido país de mi infancia”). Confieso que cada vez que la oigo me entra tanta envidia de ser francés que casi me olvido de Napoleón, de Rousseau y de Sartre.
Pues bien, en 2009 apareció una canción del rapero Blacko, francés originario de La Reunión, en la que empleó el mismo título de la canción de Trenet —a su vez salido, por cierto, de la Chanson de Roland— para acusar a Francia de ser el “pays de l’intolerance”, además de mencionar otros aspectos de su historia como la importancia de la masonería, la sangre y el sufrimiento de las colonias, la hipocresía de la declaración de derechos del hombre, la fabricación de los primeros bastardos mestizos a golpe de gritos y violaciones, el robo de la herencia de los países colonizados y la pervivencia de su encadenamiento a la metrópoli.
Tres años más tarde, el grupo de hip-hop Zone d’expression populaire, más conocido por su sigla ZEP, dio a luz la canción Nique la France (A la mierda Francia, por decirlo suavemente). El objetivo declarado del grupo es «denunciar con vigor y virulencia la lepenización de la sociedad, la banalización de los discursos racistas, el chantaje a la integración, el neocolonialismo y las condiciones de vida de los sin papeles y las minorías». Efectivamente, en la citada canción denuncian a Francia por su pasado colonialista, sus reflejos paternalistas, su historia imperialista y sus delirios capitalistas. Atribuyen a Francia la condición de país apestoso, racista y asesino. Los derechos del hombre no son más que un mito y una mentira oficial. A la identidad nacional francesa, el himno, Marianne y la bandera los consideran símbolos repugnantes, con el último de los cuales se limpian el culo. Denuncian que en la Asamblea Nacional sólo se sientan culos blancos y que los que dicen adorar el cuscús rechazarían que sus hijas se echen por novio a un Mohammed.
En 2018 se destacó Nick Conrad, francés de origen camerunés, con la canción Pendez les blancs (Colgad a los blancos):
«Irrumpo en guarderías y mato bebés blancos,
atrapadles rápido y colgad a sus padres para pasar el tiempo,
para divertir a los niños negros de todas las edades.
Azotadlos fuerte, con ganas,
que apesten a muerte, que orinen sangre.
Colgados de los árboles en el vacío sideral,
que estas frutas inmundas procuren un espectáculo fascinante,
macabro, aterrador.
Mira cómo se mueven, divertidos y graciosos.
Quítadles su humanidad,
que a partir de ahora no sean más que objetos sin vida».
Aunque Conrad pasó por los tribunales por incitación al odio racial y la violencia, fue absuelto. Vista su impunidad, en 2019 repitió con una canción todavía más poética, Doux pays (Dulce país), de título igualmente inspirado por la de Trenet. Éstas son algunos de los versos menos obscenos:
«Jodo a Francia hasta la agonía. Quemo a Francia.
Doy por el culo a la abuela de este hexágono.
¿Qué dice el gilipollas de Charles Trenet?
Este país nunca ha sido dulce.
Cuando torpedeo su mundo, todos gritan ¡Socorro, socorro!
Jodo a Francia hasta la agonía.
Quemo a Francia. Imparable es el incendio».
Como detalle final, el cantante aparece en el vídeo estrangulando a una mujer blanca. Aunque también fue denunciado, volvió a salir absuelto. ¿Intentamos imaginar lo que habría sucedido si los autores de estas canciones hubieran sido blancos y el objeto de sus burlas y odios hubiese sido cualquier país afroasiático?
Y así hemos llegado a 2024, momento en el que ha alcanzado gran éxito la canción Je partira pas (No me iré), creada, al parecer, mediante inteligencia artificial. A pesar de la indignación universal y de las inmediatas denuncias para barrerla de la faz de la tierra, en pocos días ha alcanzado millones de visualizaciones en las redes sociales. Ésta es su letra:
«¡No me iré!
Sí, sí, te irás. Y antes de lo que crees.
Ya te hemos dado demasiado.
Ahora puedes irte. Que te vaya bien y no vuelvas.
Como viniste, te irás.
Te irás con tu Fátima. Se acabó tu subvención.
El barco no te espera. Créeme, te irás.
Cuando llegue Bardella, volverás a tu casa,
te pondrás tu chilaba y podrás rezar todo el dia.
Ya estamos hartos. Ya te hemos dado suficiente.
Ahora lárgate, buen viaje y no regreses jamás».
Todo ello miserable, frenético y despreciable, pero que cada uno saque sus conclusiones.
Jesús Laínz