Las campañas de los partidos no separatistas, PP y Vox, no han sido buenas. Unos han apelado a la gestión y otros a la inmigración, pero ninguno ha querido poner sobre la mesa el debate sobre las causas de lo que Blas Piñar llamara la “tragedia del País Vasco”. Un día después de los resultados, parece como si sólo importara discutir si han subido o bajado en votos y escaños, y agitar las pésimas consecuencias de un 78 que avanza en romper España, pero no importase cuestionar el sistema político que permite todo esto.
En política de lo que no se habla no existe, por ello, es trágico que ningún partido del arco parlamentario se atreva a señalar a ese elefante en la habitación. Es cierto que entrar a este debate demanda mucho esfuerzo y equivocadamente se piensa que puede quitar votos, pero entonces, ¿cómo creen que van a lograr cambios de verdad relevantes en la sociedad? Estamos en tiempos donde se diseñan campañas y relatos a partir de lo que las encuestas dicen que son los problemas de los electores y ni siquiera se les escucha para entender de verdad lo que piensan. No hay visión ni ambición de buscar el bien de España sino de mantenerse o de vivir gracias a ella, o al menos eso parece.
Mientras los del PP y Vox se enfrentan entre ellos, va creciendo cada vez más, fuera de esa bolsa electoral de votantes de centro derecha transicionales y constitucionalistas, un grupo de españoles cada vez más indignados que ven cómo Sánchez y sus socios -a pesar de todo lo que predican y hacen- no sólo no caen, sino que se mantienen o mejoran sus resultados electorales, y lo más importante, avanzan en sus objetivos políticos de obtener mayor representación para así romper España de una manera constitucional. Y es que la consagración constitucional de la soberanía nacional como principio absoluto de un sistema político lleva a que todo dependa de la voluntad de los políticos de turno. ¿Cómo es posible que lo constituido (la Constitución) pueda configurar lo constituyente (la nación española)? ¿Por qué ninguno de estos partidos quiere abrir este melón? Si hasta el mismo Fraga en la votación del proyecto constitucional advirtió de los “riesgos a la unidad nacional” y cuestionó que se daba a elegir “entre Democracia o España”. ¿No es hora ya de romper ese mito de que patriotismo es igual a constitucionalismo?
En el bloque de enfrente, de la izquierda y sus socios separatistas, sucede lo contrario. La “podemización” de la campaña de Bildu les ha permitido crecer abordando temas que ilusionan a los suyos: servicios sociales, medioambiente, vivienda, etcétera. Pablo Iglesias arengaba en Bilbao que había que romper esquemas mentales y atreverse a pensar en un sistema vasco distinto; apelaba a “salir de la caja del PNV” y recordaba todo lo que ha cedido el PSOE cuando los números se lo han exigido. La posibilidad de que el PSOE no entregue sus escaños al PNV dependía de ellos y no de los demás. Un PSOE al que encima tenemos que agradecer (y esto es el colmo) haber sacado en el debate de la campaña que votar a Bildu es votar a ETA.
Sorprende que “politólogos” y “analistas” no hablen de la necesidad de una filosofía política distinta y de unas estrategias diferentes que permitan dar la vuelta a este camino hacia la federalización plurinacional. Periodistas influyentes reducen la comprensión de la realidad política a discutir lo que más conviene a su partido. La partitocracia lo contamina todo, incluso las redes sociales donde tuiteros asesores repiten mensajes partidistas como si fueran propios. Todos se lamentan, pero nadie se atreve a señalar el problema de fondo.
Se echa en falta un debate público que nos permita “salir de la caja” del 78 y de sus problemas en vez de bailar al son de lo que quieren aquellos que por conveniencia están a gusto en este sistema. Resulta cada vez más cuestionable ese silencio de no discutir las causas, pero en cambio, exacerbar las consecuencias del 78 para rentabilizarlas. ¿Cómo cambiar las cosas realmente si no nos atrevemos a pensar ni a discutir los temas importantes? ¿Hasta cuándo seguiremos pidiendo responsabilidades a los votantes “contrarios” en vez de exigirlas a “nuestros” partidos?
David Sandoval