El pasado final de año se hizo famoso “el pelele de Ferraz”. El “pelele” consistía en una figura supuestamente representativa del presidente del Gobierno que sufrimos en España, que fue apaleada (también supuestamente) para ofender al Sr. Sánchez y que, realmente, debería de recibir el nombre de Piñata (y no pelele) como consecuencia de los dulces que escondía en su interior.
A veces nos olvidamos de que Nuestro Señor Jesucristo ya nos advirtió de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. Probablemente por ello estos actos son más desacertados de lo que puede parecer. Ya casi nadie recuerda a Manuel Murillo, aquel Vigilante de Seguridad de Tarrasa que pretendía atentar contra Pedro Sánchez y que tenía un arsenal cuya figura “estrella” era un lanza-patatas, pero su detención supuso una gran propaganda positiva para el político socialista en aquellos caladeros en los que pesca votos la izquierda; también casi se han olvidado aquellos sobres con munición que recibieron (o, quizá, auto-recibieron) ciertos políticos de izquierda y que tan buen efecto surtieron en sus resultados electorales. Sin embargo, las amenazas y agresiones dirigidas a personas ideológicamente contrarias a estos señores, son sistemáticamente olvidadas y no surten el mismo efecto propagandístico.
La figura presidencial apaleada ocupó toda la prensa durante días y sus suministradores y destructores han sido detenidos y citados policialmente. No creo que la cosa acabe en nada, pues sentaría un precedente negativo a la hora de actuar en el futuro contra quienes actualmente colaboran con el gobierno cuando, en otros momentos, queman y destruyen figuras del Jefe del Estado o banderas de España; además, al fin y al cabo, es difícil demostrar que quienes la apalearon pretendiesen otra cosa que no fuese el obtener el dulce premio que escondía en su interior, pero la propaganda favorable en sus círculos para quien se vende a sí mismo como un “sufrido presidente que es víctima de los ultras” ya está hecha.
Es comprensible que los españoles de bien, imbuidos de un sentimiento de rebeldía ante la constante traición de nuestros gobernantes y de impotencia al carecer de mecanismos para hacerles frente, recurra a buscar formas de desahogo, pero con este fin es necesario utilizar tácticas que no rearmen al contrincante. El fin es bueno, pero la estrategia también debe ser adecuada.
C.R. Gómez