Corría el año 1212. El Califa almohade Muhammad al-Nasir, llamado por los cristianos «Miramamolín» había cruzado a la península por Gibraltar para expulsar a los cristianos de los territorios hispánicos que habían reconquistado, como principio para invadir Europa y cumplir su deseo de islamizar Roma.

El Rey Alfonso VIII de Castilla decidió frenar la invasión musulmana y logró que el Papa declarase que aquella lucha era una cruzada. Como consecuencia de ello se formó un ejército compuesto mayoritariamente por tropas castellanas y de Pedro II de Aragón, a las que se unieron Sancho VII de Navarra, algunos voluntarios extranjeros que acudieron a la llamada de la cruzada y las tropas de las órdenes militares de Santiago, Calatrava, Temple y Hospitalaria de San Juan (orden de Malta). El casi recién nombrado Rey de Portugal, Alfonso II «El gordo» no participó en Las Navas, quizá por sus enfrentamientos con la Iglesia y con su propia familia por asuntos de herencias, lo que le llevó a entrar en guerra con rebeldes portugueses y con el reino de León en marzo de 1212, enfrentamiento bélico que  no cesó hasta el alto el fuego de noviembre del mismo año. Por estar enfrascado en tales batallas con los lusos, Alfonso IX de León tampoco participó en el combate contra los sarracenos del 16 de julio, a pesar de ser poco dado a rehuir la lucha contra el infiel.

Juntaron, entre todos, un ejército cristiano de unos 27.000 hombres que se enfrentó a los casi 60.000 combatientes musulmanes al servicio de Miramamolín. La batalla ocurrió el día 16 de julio, en el Cerro de Los Olivares, cerca de la localidad jienense de Santa Elena, próxima a Despeñaperros. Los cristianos, cuya vanguardia iba mandada por Don Diego López de Haro, señor de Vizcaya, tuvieron que atacar ladera arriba lo que, unido a su gran inferioridad numérica, les colocó en una situación muy crítica; a pesar de su gran acometividad estaban siendo masacrados. Ante esa situación Alfonso VIII hizo ondear su pendón y, espada en mano, se colocó en vanguardia del ataque, siendo imitada su actitud por los reyes de Aragón y Navarra, lo que infundió ánimos en sus exhaustas y diezmadas tropas, llevándoles a la victoria ante el enemigo moro.

Este 16 de julio se han cumplido 810 años de aquella gesta sin la cual Europa hubiese sido conquistada por un yihadista radical y convertida a la versión más estricta de la religión mahometana. Lógicamente, también hubiesen sido musulmanes quienes descubriesen América unos 200 años después, convirtiendo al islam a sus habitantes.

Queda claro que los españoles, cuando actuamos unidos en la diversidad y combatimos por ideales claros y puros, como lo es la fe en Cristo, somos capaces, con la ayuda divina, de lograr cualquier cosa, por imposible que parezca.

¡En fin! Cuando mires a tu mujer, a tu hija o a tu hermana, o a ti misma si eres fémina, y sientas la libertad de que no tapen su cara con un hiyab, un niqab o un burka, agradéceselo a aquellos valientes soldados que huyeron de la comodidad, dejaron a un lado la mediocridad y entregaron sus vidas en aquella batalla de Despeñaperros de hace más de ocho siglos, para convertir nuestra tierra en un lugar mejor. Y si algún día esto cambia, busca culpables entre los pobres de espíritu y mezquinos que esconden la cabeza ante el avance del mal u obtienen beneficios económicos del mismo.

 

C.R. Gómez 

C. R. Gómez