El siglo XX ha sido el siglo de los éxodos, aunque ya en el pasado existieron verdaderos traslados poblaciones, como fue en 1690, la velika seoba srba (la gran migración serbia), cuando 40.000 familias serbias abandonaron Kosovo, lideradas por su metropolita, Arsenio III Crnojevic, y que se refugiaron en el Imperio Austriaco. Otro traslado masivo será El Gran Trek, en 1835, una marcha de 15.000 böers hacia el interior del sur de África, huyendo del dominio colonial británico.
Sin embargo, la modernidad y estabilidad del Estado-nación divulgado por los liberales del siglo XIX se hacía sinónimo de homogeneidad, por lo que las minorías que no pudiesen ser absorbidas por la comunidad dominante, debían desaparecer de alguna forma para evitar ser un instrumento de inestabilidad por parte de una potencia vecina.
Las guerras balcánicas y la expansión rusa por el Cáucaso, causó la llegada de 1.400.000 refugiados musulmanes al Imperio turco, donde circasianos, tártaros o albaneses, podían asimilarse culturalmente a la nueva identidad turca. Sin embargo, armenios, griegos y asirios, por su cristianismo, quedaban relegados a ser elemento una disgregación por su cercanía a los países europeos. El exterminio del pueblo armenio durante la Primera Guerra Mundial, será considerado el primer genocidio conocido del siglo XX, y su hueco será rellenado por aquellos refugiados. El resultado final del Tratado de Lausana en 1923 será el intercambio de poblaciones con Grecia, siguiendo parámetros religiosos para su identificación, mediante el cual, 670.000 turcos y griegos islamizados se trasladaron a la nueva Turquía, y 1.650.000 griegos de Trebisonda y Esmirna, lo fueron a Grecia. Aquello puso fin a 2500 años de presencia griega en Asia Menor. Ahora Grecia y Turquía son dos naciones homogéneas en sus demografías.
Los nuevos países surgidos en 1918, después de la Primera Guerra Mundial, como Polonia, Lituania, Estonia, Letonia, Yugoslavia, Rumanía, Bulgaria, Hungría, Albania, Grecia y la propia Turquía, tendrán en común a los nuevos países surgidos del Tratado de Versalles, la voluntad de constituirse como Estados nacionales, pero con la dificultad de que en algunos la mitad de la población estaba formada por diversas minorías. Los nuevos gobiernos adoptaron posturas asimilacionistas a través de diferentes medidas de presión que convertirá la región en un verdadero polvorín. La Segunda Guerra Mundial abrirá heridas al dar oportunidad de poner fin aquellas situaciones con traslados poblacionales o incluso eliminando algunas comunidades.
La Yugoslavia del mariscal Tito supuso no solo las matanzas de más de 200.000 croatas y eslovenos en Bleiburg, sino la expulsión de los italianos dálmatas e istrios de sus hogares en número superior a los 300.000, bajo la campaña de desfascistización, con varias decenas de miles de ellos asesinados en las fosas Foibe. La postguerra conoció un traslado poblacional de grandes proporciones, como nunca se había conocido antes. Los alemanes que vivían al oriente de los ríos que formaban la nueva línea fronteriza Oder-Neisse fueron expulsados, unos siete millones, más tres millones procedentes de Checoslovaquia y otros 1.8 millones germanos étnicos originarios de los países balcánicos, un total de 11.8 millones de refugiados, que encontraron su nuevo hogar en las zonas de ocupación aliadas en la Alemania arrasada. A su vez, Polonia tuvo que recibir a las comunidades polacas, a su vez expulsadas desde los nuevos territorios anexionados por la URSS. En 1946 hubo que ubicar a 782.582 polacos procedentes de la URSS en los nuevos territorios polacos anexionados, sumándoseles otros 231.152 procedentes de Bielorrusia y 169.244 de Lituania. Del mismo modo, 482.000 ucranianos hicieron el viaje de retorno hacia la URSS. Polonia se convertirá en un país uniforme en cultura y religión.
La descolonización y la aparición de nuevas naciones abrirá también la espita a éxodos desconocidos en sus proporciones. La división de la India británica entre India y Paquistán provocará la llegada a Paquistán de 7.226.600 musulmanes procedentes de la península, al contrario, 7.295.870 hindúes y sijs se trasladaron a la India desde Paquistán.
Los conflictos yugoslavos pusieron fin a un mundo de minorías. La minoría serbia de Croacia se exilió a Serbia después de ser recobrada por las fuerzas croatas. Parte de sus hogares fueron entregados a los croatas bosnios expulsados a su vez de la república vecina. En la actualidad, Croacia o la república serbia de Bosnia, que forma parte del estado federal de Bosnia-Herzegovina, guardan una homogeneidad de un 90 %, donde prácticamente las minorías han desaparecido. En la parte bosnia no serbia, el predominio musulmán ha subido a tres cuartas partes, al concentrar a los refugiados islámicos de las otras zonas.
En el Próximo Oriente las comunidades cristianas se enfrentan a la terrible situación de la emigración de sus mejores cuadros profesionales e intelectuales. Los pueblos se desertizan y las comunidades se mantienen por la regular llegada de cristianos procedentes del campo. Pero estas comunidades cristianas son de ancianos, niños y esencialmente, mujeres. Los hombres emigran y las mujeres cristianas, en una sociedad tan masculina, como la árabe, si no se casan, no son nadie. Ante la ausencia de hombres jóvenes cristianos, se casan con musulmanes, pasando a formar parte de la comunidad islámica.
Estas comunidades cristianas árabes han pasado de ser el 20 % a representar el 2 % de la población de Israel, Palestina y Jordania; el 4 % de la de Iraq; el 8 % de la de Siria; el 10% de la de Egipto y 40 % del Líbano. Sin embargo, estas comunidades se enfrentan a la desaparición por las amenazas del terrorismo islámico; las guerras en Iraq y en Siria, donde los cristianos siempre fueron respetados. La mayor comunidad cristiana de Belén se encuentra en Santiago de Chile, y las comunidades más nutridas asirias de Iraq se pueden encontrar en Detroit o Estocolmo.
En estos días más de dos millones de personas han huido de Ucrania, más de la mitad en la vecina Polonia, abandonando trabajos y hogares, y sufriendo la separación de las familias, al tener que quedarse los hombres para luchar, mientras sus familias se refugian en el país vecino. Polonia ha organizado una gigantesca campaña de ayuda, repartiendo las familias por hogares polacos y pagando una pequeña pensión de 1.200 slotys (300 euros) al mes por persona, aunque sufre la congelación de 36.000 millones de euros, de fondos europeos, por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
Publicado en El Debate -11/03/2022

José Luis Orella