Como consecuencia de la admisión en España del líder del Frente POLISARIO (siglas correspondientes al Frente Popular para la Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro) para ser tratado en un hospital riojano, nuestra prensa no ha cesado de hacer referencia en múltiples ocasiones a una “tradicional amistad” que nos une con Marruecos. Nada más alejado de la realidad. La batalla de Wad Ras, las guerras del Rif y de Sidi Ifni y hasta la marcha verde son algunos de los testigos históricos de la inexistencia de esa supuesta amistad. Marruecos ha sido, más bien, desde sus comienzos, un enemigo histórico con el que únicamente nos unen en la actualidad el problema de la inmigración y ciertos intereses económicos; pero ese enemigo tradicionalmente (por otra parte, al igual que todos los enemigos) se ha crecido ante la debilidad del gobierno español, tal y como está ocurriendo en este momento. No, Marruecos no es nuestro amigo y, de hecho, conseguir su colaboración nos cuesta muchos millones de euros cada año.

Por su parte, el Frente POLISARIO tampoco es ningún amigo de España. Se creó como un grupo terrorista para combatir a los españoles y buscar un Sáhara independiente. Así España, que intentaba celebrar un referéndum en la zona, se encontró con la oposición de una población saharaui que, salvo raras y gloriosas excepciones, estaba dividida entre quienes querían pasar a ser marroquís sin referéndum y quienes querían la independencia, también sin referéndum, y todos ellos tomaron como enemigo común a los españoles. Por eso nuestra retirada de allí fue ciertamente vergonzosa, pero para nada injusta ni inmerecida.

Como consecuencia de todo ello, no nos llamemos a engaño, nuestro problema actual es con un país enemigo y por acoger en España a un enemigo nuestro, lo que nos convierte en un país de incautos utilizados por ambos.

C.R. Gómez

C. R. Gómez