Se llama servicio exterior al personal que trabaja en las Embajadas y Consulados españoles por el ancho mundo. Y una canonjía es, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su acepción segunda, un “empleo de poco trabajo y bastante provecho”. Así sucede con los centenares de altos funcionarios civiles, policiales y militares, a los que se ha querido apartar de sus anteriores destinos, desaparecer, haciendo mutis por el foro, o premiar por sus anteriores trabajos en el servicio público…

El servicio exterior ha sido “colonizado” por los políticos, y esperemos que no lo acaben jodiendo, como suelen hacer con todo lo que tocan; véase las cajas de ahorros por ejemplo, que las quebraron prácticamente todas.

Desde hace algún tiempo, y especialmente desde el septenio negro zapateril, se inventaron extrañas embajadas de risa, para la alianza de civilizaciones, para la paz mundial, para el cambio climático, y otra cantidad de paridas socialistas, con las que los socialistos se aseguraban no un plato de garbanzos, sino un menú a la carta.

A este septenio negro siguió el septenio estúpido de Rajoy, convencido de que todo era economía, y pasando olímpicamente de la política, permitiendo el levantamiento de los separatistas catalanes, las extorsiones de Marruecos, etc. Un auténtico inútil político.

Pero aparte de esos embajadores políticos, que realmente no nos representaban ante nadie, pues eran todo ficciones zapateriles y de doña Trinidad Jiménez, la ajamonada ministra de asuntos exteriores –y un verdadero desastre interior en sí misma-, han proliferado los nombramientos de Agregados y Consejeros en las mejores Embajadas –faltaría más, que son tontos, pero no idiotas-, para premiar a los correligionarios del bipartidismo rampante: el PP y el PSOE.

El PP, con su tradicional estulticia y galleguismo, se caracterizó por no cesar a casi ninguno de estos agregados y consejeros, nombrados de entre políticos en paro, carentes de formación diplomática alguna, y en muchos casos hasta de preparación, no vaya a ser que los señores del PSOE se enfadaran con ellos. Al parecer les preocupaba más la reacción del PSOE que la opinión de sus correligionarios.

Así se explica que pasaran de más de once millones y medio de votantes, a escasamente ocho millones, dejándose un tercio de sus apoyos por el camino…

Únicamente se ha cesado a un escaso número de consejeros de seguridad, libremente nombrados entre comisarios de policía afines al PSOE, y que aquí en España nadaban en la porquería que envolvía las tramas del 11 de marzo, el espionaje policial al PP y las oscuras tramas correspondientes.

Pero la práctica totalidad de estos Agregados y Consejeros, que disfrutan de unos salarios millonarios, gastos de representación, dinero para alojamientos, suyos y de sus familiares, etc., siguen tan campantes, nombrados por el PSOE, y conspirando –en la mayoría de los casos, y salvo excepciones- contra el PP.

¿Realmente el señor Rajoy era tan tonto como aparentaba, o incluso más…? Así acabó pasando a la historia como Mariano el breve, pero en una simple nota a pie de página, no vayan ustedes a creer que da para mucho más.

Y es que en los últimos años ya voy a votar con la papeleta en una mano, y con la otra tapándome la nariz, ante el olor fétido que emana de la política bipartidista nacional de lo que queda de España, que no es mucho, la verdad.

Ahora se anuncia un nuevo concurso para cubrir plazas en el Servicio Exterior, a las que irán destinados, faltaría más, los militares, policías nacionales y guardias civiles más sumidos y domesticados por el actual desgobierno, no los que tengan más méritos, como debería ser, pues no en vano la Constitución consagraba los principios de igualdad, mérito y capacidad, como forma de acceso a las funciones y empleos públicos.

Pero en un país dónde nos encanta elegir a los más tontos del lugar para ocupar los cargos más importantes, ¿qué podemos esperar…?

 

Ramiro GRAU MORANCHO

Abogado y escritor

Ramiro Grau Morancho