El eminente jurista Ramiro Grau Morancho acaba de publicar en el sello editorial Grau Editores (2020) el libro que lleva por título el mismo con el que yo he encabezado este comentario sobre dicha obra. Nada más echar una ojeada al índice se da uno cuenta de que el formato es el clásico de una tesis doctoral. Sin embargo, cuando el lector se adentra en la lectura de sus páginas, pronto se advierte que el contenido no es políticamente correcto para una tesis doctoral. No voy a entrar en los motivos por los que ese proyecto de tesis doctoral no acabó en tesis propiamente dicha, ya que no los conozco, aunque mucho me temo que el señor Grau, a la vista del contenido del epílogo, no ha querido entrar en el mercadeo de las tesis doctorales que llevan a cabo algunas universidades privadas. Tampoco voy a entrar en los motivos por los que el autor del libro ha conservado el formato típico de una tesis doctoral desde el punto de vista formal, ya que también los desconozco. Solo dejaré constancia de que a mí personalmente me ha extrañado la conservación de ese formato. Todos los que hemos publicado nuestras tesis doctorales sabemos que si nos hubiéramos negado a introducirles serios cambios en cuanto al formato, jamás hubieran sido publicadas por ninguna editorial.
Como es lógico, debido a la profesión de su autor, la obra que estoy comentando tiene un sesgo jurídico importante. No obstante, advierto a los potenciales lectores que ese sesgo es bastante fácil de digerir para las personas que no pertenecemos al ámbito del Derecho. También es lógico que el ámbito social tenga un peso relativamente importante, tanto por lo que se refiere a la relación entre universidad y sociedad, como en lo que se refiere al mercado de trabajo de los egresados universitarios, dado que su autor es Graduado Social y porque, además, fue Profesor en la Escuela de Estudios Sociales de la Universidad de Zaragoza. Como he dicho antes, ambos sesgos se toleran perfectamente bien por los lectores que somos ajenos a esos dos ámbitos profesionales, entre otras razones por el magnífico escritor que es el señor Grau.
Es evidente que cada lector tiene sus preferencias personales y, por ello, a unos le gustan más determinados capítulos de un libro y a otros le gustan otros. Yo debo confesar que a mí la parte del libro que más me ha subyugado es la que hace referencia al modo del reclutamiento del profesorado universitario en general, pero muy especialmente el que se refiere a la selección del profesorado no funcionario. Como afirma muy certeramente el autor del libro, “En la Universidad de Zaragoza un sordomudo puede llegar a ser profesor contratado, pues la obtención de la plaza se realiza exclusivamente por escrito y no hay entrevista o prueba verbal alguna que permita valorar las aptitudes para la docencia, o simplemente, si el candidato es capaz de permanecer erguido y hablar de una forma inteligible” (pp. 159-160). Afortunadamente, esa forma de seleccionar a los profesores contratados ha cambiado en los últimos años.
Sin embargo, no han cambiado absolutamente nada los criterios empleados para llegar a ser profesores universitarios, tanto para los contratados como para los funcionarios. Por desgracia, esos criterios siguen siendo tan endogámicos como cuando en el año 1983 fue aprobada la Ley de Reforma Universitaria (conocida como la LRU), durante el primer mandato del gobierno socialista, presidido por Felipe González. Dado que yo estoy convencido de que esa ley fue la que causó el mayor deterioro de la calidad de los estudios universitarios a lo largo de todo el siglo XX, me sorprende que el autor del libro le haya dedicado tan escasa importancia. Obviamente, como el objeto del libro es el análisis de los estudios universitarios en Aragón, el espacio que su autor le dedica a la normativa aragonesa es mucho más amplio.
Dentro de ese apartado, dedicado al análisis de la normativa reguladora de los estudios universitarios en Aragón, el autor del libro hace un estudio muy crítico sobre los privilegios que los cargos universitarios tienen en la Universidad de Zaragoza. Coincido totalmente con el señor Grau cuando critica que esos cargos de gestión del profesorado (en la mayoría de las ocasiones son nombrados a dedo), además de cobrar sustanciosas remuneraciones suplementarias, pueden quitarse parte de la docencia, o incluso toda. Yo fui elegido director del Departamento de Ciencias de la Educación y me pareció muy deshonesto cobrar esa remuneración suplementaria y al mismo tiempo quitarme el cincuenta por ciento de mi docencia. Después de pensarlo mucho, opté por cobrar la remuneración suplementaria, pero no me quité ni una sola hora semanal de docencia. Obviamente, fui muy criticado por la grey docente.
A pesar de esos privilegios de los cargos de gestión por parte de los docentes universitarios, aquellos profesores que durante la práctica totalidad de su vida profesional han estado desempeñando esos cargos, se quejaban de que ese tiempo dedicado a la gestión no les sirviera para el reconocimiento de los sexenios de investigación (que también llevan aparejadas otras remuneraciones suplementarias), cosa bastante lógica ya que una cosa es la gestión universitaria y otra muy diferente la investigación científica. Como esa “discriminación” a quien más afectaba es a los profesores que cambian de un vicerrectorado a otro hasta que por fin llegan a ser rectores, el Consejo de Rectores propuso al Ministerio que los años dedicados a la gestión les fueran reconocidos para tener también sexenios de investigación. En cualquier institución pública regida por personas honestas, esa disparatada y deshonesta reivindicación jamás se hubiera planteado. Sin embargo, en las universidades españolas, no solo se planteó, sino que también el gobierno accedió a que se culminara esa felonía. En este momento no me acuerdo si fue un gobierno del partido socialista o del partido popular quien concedió ese vergonzoso privilegio solicitado por la conferencia de rectores, aunque viendo la actuación de ambos partidos en la aprobación de la normativa de las universidades, a cualquiera de los dos le cuadra.
El libro está disponible en Amazon o en la propia editorial, www.graueditores.com
Santiago Molina García
Catedrático de Educación Especial, Jubilado, de la Universidad de Zaragoza