El pasado 12 de abril la web www.diariosanitario.es publicaba íntegramente una carta de la Asociación de Anestesia de Castilla-La Mancha dirigida al presidente regional Emiliano García-Page y al consejero de Sanidad, Jesús Fernández Sanz, en la cual les recuerda que los respiradores adquiridos a Turquía no han solucionado el problema en Cuidados Intensivos, ya que lo que han recibido en los centros hospitalarios han sido ventiladores diseñados para el transporte de pacientes críticos, de muy mala calidad en algunos casos, no aptos para la terapia ventilatoria en unidades de cuidados intensivos. Es por ello que los anunciados respiradores de Turquía han supuesto un jarro de agua fría para estos profesionales.

Estos famosos respiradores parece ser que fueron fabricados en 1984 con una tecnología obsoleta, con lo cual los turcos se dieron cuenta de que no les servirían, y han metido con ello al Gobierno de España un pufo de campeonato.

Y es que la manifiesta incompetencia de los dirigentes políticos de nuestro país por la falta de previsión en el origen de la pandemia, nos ha convertido en el país del mundo con mayor porcentaje de fallecidos y ha provocado una creciente indignación en la ciudadanía española.

Un ejemplo muy triste ha sido el trato otorgado a nuestros mayores por el sistema sanitario, relegados por criterios economicistas a través de una cultura de la muerte que se manifiesta implícitamente mediante una eutanasia encubierta.

Lo más lamentable de esta situación es que los responsables de nuestro gobierno ocultaron la gravedad de esta crisis de salud pública. Reaccionaron tarde y mal, y están intentando aprovecharse políticamente. Ciertamente, la pandemia provocada por el coronavirus arrastra, además de una emergencia sanitaria, una crisis económica de largo alcance cuya salida es toda una incertidumbre.

Por una parte, es necesaria una profunda reforma de los cauces de participación política para evitar la absoluta incompetencia demostrada por la mayoría de cargos públicos, escogidos únicamente en función de criterios partidistas. Por otra, es preciso devolver a la sociedad a un nivel efectivo aquellas competencias que atañen al bien común mediante el fin del Estado de las autonomías.

En definitiva, las certezas en las que se apoyaba el “establishment actual”, están cayendo por los suelos ante esta agresión de realidad.

 

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Vicente Alba